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Construir desde cero una casa familiar en el mismo terreno donde una madre creció es siempre un proyecto cargado de significado. Así arrancó el trabajo del estudio JLA Designs en Great Falls, Virginia, donde la interiorista Jodi Berger asumió el reto de diseñar una vivienda de 679 metros cuadrados pensada para convertirse en el hogar definitivo de un matrimonio joven con cuatro hijos. La propiedad se encuentra justo al lado de la casa de la infancia de la clienta, lo que añadió un componente emocional evidente a un proyecto que debía ser, ante todo, práctico, cómodo y capaz de acompañar a la familia a lo largo de los años.
La vivienda, de nueva construcción, se distribuye en ocho dormitorios y ocho baños y medio. Desde el inicio, el objetivo fue diseñar una casa elegante y contemporánea, con un punto de sofisticación, pero con materiales resistentes y fáciles de mantener, especialmente seleccionados pensando en la vida familiar y en la presencia constante de niños y un perro. “La durabilidad y la facilidad de limpieza era fundamental a la hora de elegir tejidos para tapicerías, alfombras y moquetas”, explica Jodi Berger.
En los interiores, el equipo trabajó con una base de tonos neutros que aportan serenidad, introduciendo toques de color a través de obras de arte y accesorios. En las zonas comunes se combinaron maderas naturales, mármoles, linos, lanas y pieles, aportando textura y riqueza material sin renunciar a la funcionalidad. Los suelos principales son de madera maciza, mientras que en las cocinas, baños y zonas técnicas se apostó por superficies resistentes como el cuarzo, para evitar problemas de manchas o desgaste.
El gran salón, con vigas de roble blanco a la vista y chimeneas revestidas en mármol, funciona como núcleo de la vivienda. Desde aquí se accede a una cocina amplia y luminosa, con carpinterías a medida de Lobkovich, detalles en latón y una isla central pensada como espacio de reunión familiar. La zona de comedor informal se integra en esta cocina, creando un ambiente flexible y cómodo para el día a día.
Cada uno de los cuatro hijos cuenta con su propio dormitorio, decorado de acuerdo a su personalidad y acompañado de espacios comunes pensados para el juego y la convivencia: zonas tipo loft, un lounge con un gran sofá, rincones de lectura y hasta un espacio específico —el drum room— para que el hijo mayor pueda tocar la batería. “Queríamos dar a cada niño su propio espacio, pero también crear zonas de encuentro familiar amplias y cómodas”, explica la interiorista.
El dormitorio principal destaca por sus techos inclinados con vigas de roble blanco, en los que se integraron soluciones técnicas relevantes, como un sistema de cortinas ocultas. “Concebir el espacio para integrar los estores de ocultación y las cortinas dentro de las vigas fue un reto importante”, señala Berger. El baño principal, por su parte, se resuelve en mármol, con muebles a medida, grifería de diseño y un ambiente sobrio y elegante.
La elección del mobiliario se hizo combinando piezas nuevas con algunas heredadas de anteriores viviendas de los clientes, que se reubicaron en espacios como las habitaciones de invitados o la sala de juegos del sótano. En todo el proyecto destaca el uso de iluminación decorativa muy cuidada, con lámparas escultóricas, formas orgánicas y materiales nobles.
Como detalle personal, la propietaria escribió a mano mensajes dedicados a sus hijos en la estructura de madera de la casa antes de que se cerraran los muros, dejando así un gesto íntimo y emotivo oculto en el corazón de su nuevo hogar. Para Jodi Berger, este proyecto refleja bien el espíritu con el que fue concebido: “Desde el principio supe que quería un diseño con contraste, drama y personalidad, pero siempre desde una base neutra y elegante. La clienta era divertida y con un punto atrevido, y eso se nota en cada detalle de la casa”.