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La casa rompía completamente con su anterior uso, mucha estancia dividida y pequeña", explica Víctor Zorita, de Backsteen cuando le preguntamos por este proyecto. "Nuestro cliente quería todo lo contrario, espacios abiertos y comunicados. Tenía claro que quería que fuese la casa de su vida, que no tuviese muchas habitaciones… Los grandes ventanales con perfil minimalista conectan mucho con el espacio exterior inundando la vivienda de luz". La vivienda, de 140 metros cuadrados, tiene ahora una sola habitación con un vestidor, un gran salón-cocina, una lavandería, un aseo y un baño, en contra de las tres habitaciones, dos baños, cocina, un salón y una zona de paso que hacia las funciones de sala de estar que contaba antes.
La vivienda, construida en los años 70, se vació por completo hasta dejar únicamente la estructura y los muros de cerramiento. La demolición de todos los tabiques permitió a Backsteen replantear la planta, sustituyendo la compartimentación original por una lógica continua y abierta. La sustitución total de las ventanas y la elevación del nuevo suelo para alojar la instalación de piedra caliza reforzaron ese propósito de homogeneidad material y visual. El único elemento que se mantuvo fue la chimenea, aunque reinterpretada: se simplificó su diseño para dejar solo el hogar, convertido ahora en un gesto mínimo que encaja con la nueva imagen de la casa.
La premisa del cliente era tajante: quería amplitud, continuidad, puertas ocultas, un gran vestidor y un baño de dimensiones generosas. "También deseaba poder reunir amigos en un espacio cómodo y luminoso, sin obstáculos visuales". Con esas ideas, Backsteen organizó la vivienda en torno a un cubo central que se posicionó justo donde aparecía una viga. Ese volumen funciona como distribuidor y como contenedor técnico: dentro se agrupan la cocina, la lavandería y un aseo, y sobre él se resolvieron los falsos techos necesarios para ocultar la viga, la climatización y las instalaciones eléctricas. Al liberar el perímetro, la casa queda prácticamente sin tabiquería, de modo que la luz y la circulación fluyen sin interrupciones desde los grandes ventanales con perfiles minimalistas.
Ese cubo, referencia directa a "la casa Farnsworth de Mies van der Rohe", organiza toda la experiencia doméstica. En torno a él se despliega un gran espacio social que reúne la zona de estar y la cocina abierta, definido por una paleta cromática muy uniforme en tonos crudos, beiges y blancos rotos. La continuidad del suelo de caliza —una mezcla de Caliza Alba, Capri y Paloma— crea una superficie constante donde los ligeros matices y fósiles naturales aportan textura. La encimera de mármol blanco introduce un contrapunto sutil dentro de ese conjunto monolítico. La carpintería, uno de los elementos fundamentales del proyecto, se resolvió en roble teñido. Puertas, armarios y paneles buscan desaparecer, reforzando la idea de que la casa debía ser "lo menos fragmentada posible".
Para el dormitorio principal , en realidad la única habitación de la vivienda, Backsteen eligió un lino lavable en tonos crudo de la colección Alhambra para Pepe Peñalver, buscando crear una atmósfera de descanso plena, sin estímulos innecesarios. Los visillos en lino blanco filtran la luz del patio interior. La gama cromática se mantiene contenida para que las piezas de arte del cliente, muy potentes visualmente, puedan destacar por sí mismas sin competir con el espacio.
El cuarto de baño amplio, uno de los deseos del cliente desde el inicio, se resolvió también bajo los mismos criterios: continuidad cromática, materiales nobles y una distribución relajada que evita la sensación de compartimentos. La vivienda incluye además una práctica lavandería integrada en el cubo central y un aseo adicional, ambos resueltos con el mismo nivel de detalle que el resto de la casa.
Los objetos personales y el mobiliario escogido completan esa idea de hogar pausado. El cliente tenía un aparador del siglo XIX que ha llevado consigo de vivienda en vivienda y que debía ocupar un lugar central. El estudio lo integró en la zona de estar, acompañado por un cuadro y la lámpara Taccia, creando una escena que combina memoria, diseño italiano y una sobria teatralidad. Las butacas del salón, compradas en un anticuario y de origen polaco de los años 60, introducen otro matiz histórico. Sobre las mesas centrales aparecen piezas decorativas de Audo Copenhague, y en un pedestal de cristal se muestra una escultura de Mayte Carranza, que aporta un gesto vertical y escultórico a la composición.
En general, Backsteen buscó que las texturas se apreciaran más al tacto y en distancias cortas que en una lectura general, un efecto conseguido gracias a las calizas con fósiles, los tiradores lineales que aportan verticalidad y la pureza de los tonos elegidos. La vivienda es ahora un espacio amplio, silencioso y cohesionado. Junto lo que buscaba el cliente.
Más información: backsteen.es

































