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Esta casa nació con alma retro, pues desde su concepción la idea era tener "una vida nueva en una casa antigua", y aunque se construyó desde cero, rápidamente se transformó "en la estética de una finca rural con piezas de diseño, muebles vintage y añadidos contemporáneos", cuenta la diseñadora al frente del proyecto, Yulia Kishkovich. La participación del arquitecto en la fase de cimentación permitió ubicar correctamente el edificio en el terreno y adaptar la distribución a las nuevas necesidades. Como resultado, la casa adquirió la atmósfera "de una casa de campo familiar para artistas, caracterizada por una síntesis de las artes —desde la escultura clásica hasta el mosaico modernista— y una refinada practicidad", explica Kishkovich.
La casa tiene tres plantas, cuatro baños, tres dormitorios, un salón con chimenea y una enfilada (sucesión de habitaciones alineadas entre sí). La decoración "incluye piezas vintage y modernas, además de numerosos muebles artesanales creados específicamente para el proyecto según los deseos de los clientes". Muchos objetos se encontraron en mercadillos y almacenes vintage, se restauraron y se retapizaron con telas nuevas. Por ejemplo, unos sillones de un antiguo cine cobraron nueva vida en terciopelo carmesí, mientras que el revestimiento de la chimenea está hecho con paneles de mosaico vintage reensamblados. Las lámparas se inspiraron en pantallas de cristal antiguas, recopiladas una a una de diferentes vendedores. Incluso los cuadros son de la misma época.
La realización de otras piezas se encargó a artesanos contemporáneos. Así, por ejemplo, el cabecero de la cama fue bordado por artesanas locales, y un arcón para la sauna se pintó en una pequeña ciudad rusa conocida por sus maestros de la pintura sobre madera. La diseñadora trabajó con una paleta muy cuidada que combina maderas claras, textiles suaves y una serie de piezas que estructuran cada estancia. En la planta principal, el gran sofá en tonos empolvados convive con un mueble modular de colores intensos y con la chimenea revestida de mosaico vintage, cuyo dibujo modernista aporta una vibración artística. El salón se despliega hacia la zona de comedor a través de un arco que acentúa la idea de enfilada, y allí aparecen sillas tapizadas en verde musgo, una mesa de líneas depuradas y un frigorífico retro que refuerza el aire rural reinterpretado.
La presencia de aparadores antiguos, lámparas de cuentas y obras gráficas de los años setenta termina de construir una atmósfera doméstica donde lo restaurado y lo nuevo se integran con naturalidad. Todo está pensado para que parezca que la casa ha ido acumulando objetos y recuerdos a lo largo del tiempo, desde la estantería mid-century con cerámicas esmaltadas hasta las butacas recuperadas y retapizadas.
En las plantas superiores se mantiene esta mezcla equilibrada. La buhardilla se reviste íntegramente con un papel pintado floral de aire nostálgico y se amuebla con piezas de distintas épocas, desde un escritorio negro con motivos grabados hasta un armario años cincuenta con espejo frontal. En los baños se introducen guiños más juguetones: vidrieras de colores, espejos de marcos ondulados y lavabos de cerámica sobre estructuras ligeras de madera y metal. Cada ambiente se construye así a partir de elementos que dialogan entre sí sin perder la intención inicial del proyecto, esa sensación de "casa antigua vivida".
De este modo, fue posible preservar el equilibrio entre lo nuevo y lo antiguo, y todo ello se conjugó para crear un espacio cálido y con ambiente: "la escalera cruje; durante el día la habitación de los niños se ilumina con la luz que entra por las contraventanas; las acuarelas cuelgan un poco más bajas de lo habitual y uno tiene ganas de sentarse en la terraza a tomar un té y charlar tranquilamente".
Más información: kishkovich.ru





































