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Lo más difícil no fue decidir el estilo rústico contemporáneo, sino cómo reinterpretarlo desde las limitaciones. Esta es la historia de una familia que quiso hacer suyo un proyecto ya escrito. Porque aunque el solar ya venía con un proyecto aprobado, la familia nunca terminó de conectar con su propuesta. Lo sentían ajeno, frío, distante de su modo de habitar. Por eso, antes de empezar las obras, decidieron contactar con Caroline Andrusko Arquitetos, con quien ya habían trabajado antes, para repensar la casa desde dentro. A partir de ese momento, el proceso fue un ejercicio de traducción emocional: reinterpretar el lenguaje arquitectónico preexistente para dar lugar a una casa con identidad, sin traicionar las restricciones impuestas por la normativa local.
El punto de partida no era fácil. No se podían tocar ni las ventanas, ni la cubierta, ni los bloques estructurales del exterior. Pero, lejos de resignarse, el estudio optó por convertir esas limitaciones en una herramienta creativa. Apostaron por un estilo farmhouse contemporáneo, con una nueva lectura del rústico que combina elementos naturales, calidez matérica y una disposición espacial que favorece la convivencia. “La clave estuvo en entender cómo dar cohesión al conjunto sin perder de vista la esencia de cada espacio”, explican desde el estudio.
La planta, de 1.500 m² distribuidos en dos niveles, se reorganizó para ganar fluidez y sentido práctico. La entrada principal se abre a un gran vestíbulo central desde el que se divisa el jardín y la piscina, marcando desde el inicio la vocación abierta y vivencial del proyecto. A un lado se sitúan las zonas de día (cocina, comedor, salón, lounge y área gourmet); al otro, los espacios de ocio y servicio: sala de juegos, cine, gimnasio, lavandería y una suite para invitados. Todo ello dispuesto con simetría, pero sin rigidez, buscando el equilibrio entre estructura y vida cotidiana.
La planta superior de la casa refleja la misma lógica de distribución clara y generosa. El ala izquierda se reserva a la suite principal, con dormitorio, baño, dos vestidores y despacho, mientras que la derecha acoge las suites de los cuatro hijos, todas con baño privado, armario y balcón. La organización se acompaña de una segunda lavandería de apoyo en este nivel, pensada para facilitar las rutinas familiares.
Uno de los grandes retos fue resolver la iluminación. Las normativas de seguridad limitaban severamente el número y posición de los puntos de luz. Para sortear esta restricción, el estudio trabajó con Alma Light en un diseño que prioriza la luz cálida y precisa, evocando la calidad lumínica brasileña sin caer en la sobreiluminación. El resultado es una atmósfera acogedora, con piezas escultóricas de Flos como la Orizzontale en el comedor o las lámparas Snoopy y Noctambule en el dormitorio principal.
La paleta material habla el lenguaje de lo sensorial. El revestimiento de madera unifica estéticamente el interior, mientras que las texturas naturales de algodones, linos, piel, alfombras de fibra y piezas de artesanía, construyen una narrativa doméstica donde lo emocional tiene tanto peso como lo funcional. Las cortinas de lino ondulan sutiles, filtrando la luz; los sofás modulares abrazan a toda la familia; y el mobiliario de líneas sobrias aporta estabilidad visual al conjunto.
Especial mención merece el espacio que combina biblioteca, oficina y área de ocio, una estancia que recoge en sí misma el pulso del proyecto y en la que conviven en absoluta armonía un piano, una mesa de billar, estanterías con objetos afectivos y rincones para leer o trabajar, creando un microcosmos que resume el espíritu de la casa.
Más información: carolineandrusko.com.br