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La artesanía no entiende del lenguaje urbanita marcado por las tecnologías y los plazos acelerados, sino que sigue otro ritmo, el de los recursos de la naturaleza y las minuciosas manos de los oficios.
Cuando los actuales propietarios de esta gran casa de mediados del s. XX pisaron el precioso pinar de 14 hectáreas que la rodea, con la isla de Es Vedrà al fondo, tuvieron claro que había que salvar y recuperar su maltrecha piel de cal. "La casa estaba muy mal conservada, por lo que estudiamos lo que podíamos restaurar y lo que había que rehacer", comienza el interiorista Raúl Martins, quien acometió la transformación de esta construcción payesa a partir de un proyecto del estudio de arquitectos Blackstad Ibiza, grandes defensores de la tradición vernácula. Así comenzó un proceso de meticulosa reforma que llevó dos años. “Sus dueños, un matrimonio formado por una diseñadora de moda sostenible y un director de una multinacional tecnológica, ella belga y él francés, tienen una gran conciencia ecológica y no estaban dispuestos a que la reforma dañara el paisaje, por lo que todo se hizo casi de manera tradicional”, explica el interiorista.
Así salvaron y sustituyeron vigas de castaño, llegó el suelo de piedra caliza, mucho barro blanco y nuevos enormes ventanales que se abren a la parcela. “Ahora, la construcción principal se divide en dos plantas, una con un enorme salón-comedor y cocina, cinco habitaciones, gimnasio y spa, mientras que la superior se reserva a la habitación principal, con su propia zona de estar, baño en suite y dos vestidores", continúa. Además de recuperar una caseta de aperos para transformarla en un pabellón chill out, situado junto a la nueva alberca con fondo de pizarra en tres verdes que hace que su agua salada replique el paisaje.
Dos pabellones habitables que suman 600 m2 “con todos los espacios volcados al exterior, lo que determinó el interiorismo, en el que no podía haber estridencias, sino que todo ese verdor y el mar de fondo fueran los protagonistas", puntualiza el interiorista. De ahí la declinación de los tonos neutros en piezas rotundas y a gran escala, algo en lo que él es un maestro, como demuestra en los enormes sofás, la cocina de obra o los paneles decorativos cerámicos o de cuerda resinada, además del mobiliario hecho de encargo como las enormes mesas del comedor o del porche con tableros que alcanzan los cuatro metros. Aquí todo es popular, pero también elevado, culto, cosmopolita y, sobre todo, muy relajado, como la propia isla.
Aquí tienes las fotos de la casa:
El paisaje ibicenco es el protagonista y la casa, reconstruida con materiales y artesanía local, lo homenajean.