El paisajista Àlex Fenollar habla de la bulbomanía, las flores del frío: "el cultivo de bulbos tiene su emoción... y sus reglas"
Pequeños, fáciles de almacenar y de plantar, los bulbos de ciclo frío son auténticos supervivientes que vienen a alegrar los jardines de invierno aportando elegancia. Su variedad es enorme, y sus fans llegan a convertirse en obsesos en busca de su belleza. El paisajista Àlex Fenollar lo sabe y nos cuenta, en primera persona, las claves de la bulbomanía.

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En el siglo XVIII, la fiebre por el tulipán levantaba verdaderas pasiones entre los jardineros que llenaban con ellos parques de palacios y mansiones. Sin llegar a tanto, la devoción por los bulbos sigue presente en nuestros días, como se constata en los completos catálogos de productores especializados y en los diseños llevados a cabo por grandes nombres del paisajismo contemporáneo.
Qué son los bulbos
El bulbo es un órgano que algunas especies desarrollan bajo tierra para almacenar nutrientes y, además, se pueden propagar a partir del mismo. La diversidad de estructuras es fascinante agrupándose en varias tipologías: cormos, rizomas, tubérculos y raíces tuberosas, nombres que se vuelven familiares a medida que aumenta la pasión por ellos. Sus fans los encargamos allá por septiembre y, a las pocas semanas, recibimos en casas tantos paquetes, cajas y bolsas, como rienda suelta hayamos dado a nuestra bulbomanía.
Cuándo hay que plantar los bulbos
Idealmente en octubre, pero siempre antes de que acabe noviembre, los habremos metido en tierra, ya se trate de miles de unidades en varias hectáreas “a la inglesa”, unos muy dignos centenares en un jardín mediano o varios igualmente ilusionantes puñados en macetas de una terracita en la ciudad.
Cómo plantar los bulbos
El proceso tiene algo de alquimia, de ritual de organización secreta en la que participan miembros que saben, -sabemos-, cuanto tiene de agradecida la espera de varios meses, la experimentación de nuevas combinaciones y el descubrimiento de cultivares delicados y naturales, o extravagantes y artificiosos. Pero no simplifiquemos, el cultivo de bulbos tiene su emoción... y sus reglas. Tras acatar los sagrados tiempos del calendario, se deben plantar a la profundidad adecuada, -por lo general, el doble de su tamaño-, no les puede faltar humedad en el sustrato, aunque habrá que vigilar el exceso de riego para evitar que se pudran y algunos animalillos como mirlos y ardillas pueden escarbar y llegar a arruinarlos. También está el hecho maravilloso de aquellos que consiguen naturalizarse y, si las condiciones son propicias, cada año van creando alfombras floridas para satisfacción de quienes los plantamos.


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