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“Las flores son instrumentos de inspiración. Simplemente estoy dando voz a sus secretos”, dice la paisajista y diseñadora floral mexicana Gabriela Salazar, quien atribuye a la alquimia de la naturaleza el giro de 180 grados en su carrera que empezó en el Reino Unido. Estaba estudiando arquitectura de interiores en Londres cuando se regaló una clase de arreglos florales para su cumpleaños.
Poco después, una amiga le pidió que creara una exposición floral semanal para su librería, un trabajo que se convirtió no solo en una lista cada vez mayor de clientes locales, sino también en una fascinación por cómo las plantas pueden impactar en una habitación (y a las personas que se encuentran dentro de ella). “Creo que las flores me guiaron en el camino de quién soy”, dice Salazar, que poco después regresó a México para hacer de la floristería, en lugar del diseño de interiores, su medio de vida.
Pero los mercados de flores que encontró en Ciudad de México vendía sobre todo flores cortadas importadas como gladiolos y nardos y carecían de las flores románticas cultivadas localmente como las rosas inglesas y los guisantes de olor que la habían inspirado en Londres. "Si quería diseñar de una manera que resonara con mi creatividad, me di cuenta de que necesitaba desarrollar la mía propia", dice.
Gabriela se alquiló una pequeña casa de campo utilizada como almacén en Valle de Bravo, un pueblo de montaña, y allí plantó su primer jardín. “No tenía ninguna relación con el proceso de cultivo ni con el suelo”, admite, añadiendo que la cosecha del primer año de delicadas peonías y tulipanes se marchitó en el clima tropical. Por el contrario, señala Salazar, las dalias imperiales silvestres prosperaban en el bosque circundante, donde la florista se encontró con sus musas.
Nueve años más tarde, desde su taller al aire libre La Musa de las Flores se extienden hileras de parterres elevados con alrededor de 80 variedades de dalias (Waltzing Mathilda y Café au Lait son sus favoritas). “La lección más valiosa que aprendí es no luchar contra la naturaleza sino colaborar con ella”, dice Gabriela. Ahora se enfoca en las plantas más adaptadas al clima de México, como caléndulas, cosmos y ranúnculos. “Se produjo una transformación dentro de mí cuando descubrí una intimidad con las flores que estaba cultivando. Cuanto más conoces las flores, más las tocas, más las observas, más te enseñan”.
Y ella, a su vez, comparte esas lecciones. Además de su libro, The Artistry of Flowers, Gabriela recibe en su taller y en su jardín a aficionados entusiastas y a compañeros emprendedores para realizar talleres intensivos. Ella enseña habilidades como combinar colores y texturas en centros de mesa y comparte principios que le son muy cercanos, como por qué los floristas deben entender cómo se cultivan sus flores y cómo incorporar prácticas intuitivas y sostenibles en el diseño de bodas.
Al vivir en su jardín todo el año, también invita a los floristas a apreciar la belleza del ciclo de vida completo de una planta. "Cuando dejas que las imperfecciones de la naturaleza formen parte de tus diseños, se abre la puerta a la creatividad", dice. Sobre todo, Gabriela deja suficiente espacio para que los estudiantes fomenten sus relaciones con las plantas. "Al final del día, se trata de encontrar tu propia voz con las flores", dice.






























