Aún hace buen tiempo, pero hay quien, como yo, hace en septiembre el cambio de armario. La vuelta a la rutina, al trabajo, a los colegios… nos pide otros outfits más formales y prácticos, y ya podemos ir guardando la ropa de verano más informal. Para mí, el regreso de las vacaciones y el arranque de septiembre es el momento perfecto para recoger gran parte de la ropa de "veraneo" y, por qué no, sacar ya algunas prendas de entretiempo y algún abrigo ligero para las mañanas frescas.

Esta vez me he propuesto organizarme mejor que otros años aplicando ideas del método KonMari —de la archiconocida Marie Kondo— y el resultado ha sido espectacular. Me lo recordó un vídeo que vi en TikTok: el truco está en doblar en vertical. Consiste en colocar camisetas, sudaderas y, en general, todas las prendas que no van en perchas, dobladas y “de pie” dentro de cestas o cajas. Cuando hacemos pilas horizontales, cada vez que buscas una prenda que no está arriba se desmorona todo y terminas volviendo a doblar toda la ropa desde cero. En cajones es sencillo, pero en baldas cuesta más; por eso las cestas y cajas se vuelven imprescindibles para que la ropa quede contenida y accesible.

Antes de empezar, hice una criba rápida: lavé lo que debía guardarse limpio, reparé botones sueltos, aparté lo muy estropeado para reciclar y preparé una bolsa de donación con lo que ya no uso. Ordené por categorías (parte de arriba, parte de abajo, punto, deporte, casa) y seguí la regla de KonMari de quedarme con lo que “me da alegría” o, al menos, uso de verdad. Así, lo que queda ocupa menos y tiene más sentido para mi día a día.

Para el doblado vertical, me funciona este gesto: alisar la prenda, doblar en tercios a lo largo y luego en dos o tres partes hasta que logre sostenerse sola. De este modo todo se ve de un vistazo; ya no “desaparecen” camisetas al fondo. En las baldas añadí cestas de tela con laterales firmes pero sin aristas ni superficies rugosas, para que no se enganchen las prendas delicadas o de punto. Me encantan las cajas textiles con asas y pequeña “ventana” para etiquetas: escribo “camisetas manga corta”, “vaqueros”, “punto fino”… y localizar algo se vuelve inmediato. Coloco lo de uso diario a la altura de los ojos; lo ocasional, arriba o abajo.

Las perchas quedan para camisas, blazers, vestidos y abrigos. Las organizo por tipo y color, de claro a oscuro, y de corto a largo; parece un detalle, pero agiliza mucho las mañanas. Las prendas que guardo hasta el verano siguiente van en fundas transpirables; para acolchados uso bolsas al vacío, pero nunca para lana o seda. Meto saquitos de cedro o lavanda contra polillas y, si el armario es húmedo, un deshumidificador pequeño. No me olvido del calzado: limpio, seco y con hormas ligeras; pares delicados en bolsas de tela. Los pañuelos van enrollados en una caja baja, los cinturones en rollo, y los bolsos con relleno para mantener su forma.

Ahorro tiempo, evito compras duplicadas y, sobre todo, tengo el armario bajo control. No busco la perfección, pero sí un sistema que me funcione. Y este, por fin, lo hace.