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Guía de viaje por Cantabria, un recorrido por los bellísimos y diferentes paisajes cántabros en busca de talleres de artesanos
Una ciudad que se prepara para convertirse en referente cultural por excelencia del norte de España.

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“Me emociona que me escribas desde Santander, que yo tanto quiero y de donde tengo recuerdos de veraneos deliciosos de mi querida Magdalena. Allí me sentía muy feliz...”, escribió en una de sus cartas la Reina Victoria Eugenia, esposa de Alfonso XIII. El Palacio de La Magdalena se construyó como regalo de la ciudad a los monarcas para que fueran a pasar allí sus temporadas de veraneo. La abuela del rey, Isabel II, ya había puesto de moda, en plena Belle Époque, los baños de ola en el Sardinero, una tradición que recrea la ciudad cada verano. Y a la nieta de la reina Victoria de Inglaterra, aquel paisaje y el estilo británico del palacio le recordaba tanto a su país de origen que allí pasaron sus retiros estivales durante casi veinte años. Hoy sus estancias y jardines acogen los emblemáticos cursos de verano de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, y entre el Palacio y las Caballerizas Reales se alojan los estudiantes.
Aún perduran varios de los clubs privados que fueron surgiendo por entonces para que reyes y acompañantes practicasen sus deportes favoritos, como el Real Golf de Pedreña al otro lado de la bahía, por sus espectaculares hoyos se colaba de niño Severiano Ballesteros para dar sus primeros palos; también la Real Sociedad de Tenis, dicen que las pelotas que iban a parar a la playa las recogían los jóvenes y el ingenio y las ganas de jugar dieron con el famoso juego de palas.
Un precioso paseo circunda la península al borde del mar. Comienza con el Centro Botín, una especie de objeto volador, proyectado por Renzo Piano, que mantiene la cultura viva y ha aligerado a la ciudad de tanto peso del pasado. Los miradores del paseo Pereda lo rozan para continuar su curso por la avenida de casas señoriales Reina Victoria, y atravesando el parque de La Magdalena se llega a las emblemáticas playas de El Sardinero, a su vera el Gran Casino Sardinero (a 20 metros del Gran Hotel Sardinero), otro espejismo de la Belle Époque. Al otro lado de la bahía, la espectacular playa de dunas del Puntal, desde donde la estampa de La Magdalena sobre el acantilado es tan romántica que atrapa.
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