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Sevilla huele a azahar y la magia del Guadalquivir se siente en cada rincón de la ciudad hispalense. Sus barrios son historia viva y muchos de sus edificios, también. Uno de ellos es el que protagoniza este proyecto: una antigua casa señorial en pleno barrio de Santa Cruz que ha sido delicadamente rehabilitada para convertirse en La Casa del Limonero, un hotel boutique de lujo donde el respeto por la arquitectura tradicional convive con un interiorismo exquisito y una cuidada selección de arte contemporáneo. Un refugio íntimo y exclusivo que recupera la esencia de un edificio con más de diez siglos de historia y lo adapta a las necesidades del viajero actual.
El edificio, adquirido por su propietaria francesa Martina Cam en 2015, ha sido objeto de un proceso de restauración complejo y prolongado, iniciado oficialmente en 2017 y culminado tras seis años de trabajos. A lo largo de ese tiempo se recuperaron estructuras originales y hasta se descubrieron pavimentos romanos vinculados a antiguas domus imperiales, así como alfarjes del siglo XV, mayólicas nazaríes o adoquines originales. Todo ello convierte al hotel en un ejemplo paradigmático de cómo arquitectura, interiorismo y patrimonio pueden dialogar para construir un espacio contemporáneo de valor cultural y estético.
En palabras de su equipo, La Casa del Limonero "es mucho más que un hotel: es un espacio donde historia, arte y hospitalidad se encuentran para ofrecer a los huéspedes una experiencia singular, íntima y muy vinculada al lugar". La intervención ha respetado la estructura tradicional de la casa sevillana: casapuerta, zaguán, apeadero, logia, patios interiores, jardín y terrazas, creando un recorrido donde cada estancia muestra un carácter propio y una identidad cuidada.
El interiorismo, diseñado íntegramente por su propietaria, responde a una sensibilidad personalísima, alejada de las soluciones estándar y centrada en el detalle artesanal. Cada una de las 14 habitaciones y suites se conciben como un pequeño universo particular, donde conviven elementos arquitectónicos originales, como chimeneas talladas, columnas centenarias o azulejos históricos, con piezas contemporáneas de arte y mobiliario de autor. La colección artística es una de las señas de identidad del proyecto, con obras de Joana Vasconcelos, Manolo Valdés, Olga de Amaral o Malick Sidibé integradas de forma orgánica en las estancias.
La suite de la última planta es especialmente representativa del espíritu del hotel: bañada en luz natural y con vistas privilegiadas al casco antiguo de Sevilla y a la Giralda, reúne piezas de artesanía local y objetos traídos de Francia, país de origen de la propietaria. No falta el detalle artesanal, como un cabecero diseñado en metal por un artesano francés o un espejo veneciano del siglo XVII.
Las zonas comunes mantienen esa misma coherencia estética y funcional. El salón con chimenea, diseñado por el interiorista Ernesto de Ceano, funciona como un espacio de descanso y lectura, con un mobiliario cómodo y cálido pensado para los meses más frescos. Los patios, rodeados de arcos mudéjares, están plantados con limoneros y naranjos que aportan frescor y aroma natural al conjunto. En el jardín, distribuido en dos niveles, se encuentra la piscina exterior y el acceso al spa, que incluye baño turco y sala de masajes.
El diseño interior ha incorporado también piezas singulares y detalles con historia: un minibar realizado a partir de un antiguo avión de Lufthansa, un ascensor forrado con maletas vintage de Louis Vuitton o apliques procedentes del Hotel Lutetia de París. Todo responde a una lógica estética basada en la exclusividad y en la búsqueda de objetos con alma.
La terraza del hotel, en la azotea, es otro de los espacios más valorados, no solo por su diseño sino por las vistas que ofrece sobre Sevilla. Un lugar pensado para disfrutar de un atardecer en privado o para contemplar la ciudad desde un punto de vista privilegiado.
Con estas directrices, La Casa del Limonero ha definido un modelo de hospitalidad discreto, elegante y absolutamente personalizado. “Queríamos crear un hotel que ofreciera a los huéspedes la sensación de estar en una casa privada, rodeados de belleza, historia y un servicio atento pero sin estridencias”, explican desde el equipo. El resultado es un espacio único, donde arquitectura patrimonial, diseño contemporáneo y arte dialogan para construir una experiencia hotelera diferente, marcada por la autenticidad y el respeto por el lugar.