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Aunque en Portugal las catedrales escasean, lo que realmente abunda en el país vecino son monasterios y conventos, que se cuentan por cientos. La moda de los cenobios -si es que puede llamarse así a la proliferación de este tipo de edificio religioso- vivió un periodo de apogeo absoluto en Europa entre el s. XIII y el s. XVIII y Lisboa, la capital y quizás la más mediterránea de las ciudades que se asoman al Atlántico, atesora un buen número de ellos. Símbolos de gloriosas épocas pasadas (monarquía mediante), pasaron de ser recintos humildes a convertirse en arquetipos de estilos arquitectónicos de primer orden. Bien conservados unos (el de los Jerónimos es el mejor ejemplo de estilo manuelino) y en ruinas otros (como el cinematográfico Convento do Carmo), cuesta creer que en pleno s. XXI aún quedara en pie alguna de estas majestuosas construcciones en el centro de la ciudad. Unas en desuso, y otras, tristemente, en un estado de conservación deplorable.
Ése era el caso del Convento de Santa Joana, una joya arquitectónica del s. XVII que, escondida entre callejuelas y patios interiores, permanecía oculta a ojos de turistas y curiosos, pese a estar a dos pasos de la bulliciosa plaza del Marqués de Pombal y la Avenida da Liberdade. Fundado en 1699 en la antigua Quinta do Andaluz, y destinado originalmente a los misioneros dominicos que se dirigían a las Indias Orientales, tras el terremoto de 1755 pasó de monasterio a convento para acoger a las comunidades de monjas de Rosa y de la Anunciada, que le pusieron el nombre como homenaje a la "Princesa Santa", Joana de Portugal, que rechazó todas las propuestas de matrimonio habidas y por haber para consagrarse a Dios. Cuando la última de sus habitantes murió en 1890, se cerró, su patrimonio artístico se dispersó, y, al dejar de ser un lugar de culto en 1924, pasó a albergar distintas sedes administrativas municipales. Un siglo después de su "caída en desgracia", ha recuperado su esplendor gracias a una cuidada restauración que le ha convertido en un hotel urbano de diseño contemporáneo.
Ahora su condición de "tesoro" de la ciudad es doble, porque además de recuperar parte de su historia, este hotel es la nueva joya de la corona de Locke y el primero de la cadena en Portugal. Diseñado por Lázaro Rosa-Violán y el estudio neyorquino Post Company, en el Locke de Santa Joana se integran lo antiguo y lo nuevo, y se celebra la cultura, el arte y la vida en todos y cada uno de los 370 apartamentos, suites y áticos repartidos en nueve plantas. Un trabajo a cuatro manos donde la colaboración ha sido fundamental. Para el interiorista español, que no deja de enlazar proyectos en todo el mundo (lo último, un Wine Club en Madrid y un hotel en Tel Aviv), éste es un proyecto especial, ya que la historia del edificio ha marcado la pauta de toda la reconstrucción y reforma, que ha durado más de cinco años desde la fase inicial de diseño hasta el arranque de las obras. "Hemos invertido muchas horas de estudio para encajar todo, especialmente la parte patrimonial, que debíamos respetar", explica.
Por un lado, se han planteado los espacios sociales (el vestíbulo principal, un coworking, zonas para eventos y reuniones, un museo con los restos arqueológicos encontrados, varios locales de restauración y una impresionante piscina en uno de los patios) como una traducción directa del espíritu alegre y dinámico de la ciudad, para lo que han recurrido al uso de materiales típicos de la zona, como los azulejos, que decoran las paredes a modo de murales, los materiales nobles y una paleta de colores adecuada para cada estancia y función: tonos pasteles y cálidos en terrazas o el lobby, y otros más fríos y oscuros, para añadir un carácter intimista a zonas como el club. La iluminación hace el resto, con puntos ambientales en la espectacular barra del bar, apliques y lámparas colgantes.
En cuanto a las habitaciones, diseñadas por Post Company, son el mejor ejemplo de la filosofía de este estudio con sede en Brooklyn, que sostiene que la magia del diseño está en la intersección entre belleza, elegancia y utilidad. Estas tres cualidades están muy presentes en las once tipologías de alojamientos, que van desde la sencillez de una suite clásica hasta los apartamentos con cocina, comedor y salón, donde poder disfrutar de largas estancias y del lujo de disponer de hasta 75 metros cuadrados, como en la Santa Joana Suite. Todas son una celebración de la cultura y el arte, y han sido cuidadosamente diseñadas sin perder de vista el espíritu alegre y desenfadado, una de las señas de identidad de Lisboa. En ellas se combinan magistralmente fragmentos arquitectónicos históricos con comodidades contemporáneas, donde hacer vida de ciudad en un moderno apartahotel que hace las veces de hogar temporal. La piedra local y los mármoles recuerdan a la popular calçada portuguesa, el empedrado de sus calles, de un reconocible color beige mezclado con amarillo pálido. Cada aspecto del diseño ofrece un sutil guiño al incalculable patrimonio del edificio, al tiempo que mantiene una fuerte conexión con una ciudad moderna y en evolución, que ahora tiene un nuevo punto de encuentro cultural obrigado para viajeros y lugareños.
"Ha sido fundamental encontrar el equilibrio entre los elementos del patrimonio que debíamos respetar y la creación de un lenguaje y diseño que unificara todas sus estancias". Lázaro Rosa-Violán.
"Nuestra inspiración se puede resumir en 4 palabras: histórico, luminoso, casual y fresco". Lázaro Rosa-Violán.
Alejandra Manzano es redactora experta en arquitectura, arte y diseño. Antes de encontrar su trabajo favorito, ha concentrado 15 años de experiencia en el campo de la edición, la dirección de arte, la publicidad y la comunicación cultural.
Licenciada en Bellas Artes por la UCLM, siempre se ha sentido atraída por la belleza de los objetos y los espacios, y por las personas con espíritu creativo.
Empezó a trabajar en agencias de publicidad como copy, y, posteriormente, fue dircom de un laboratorio farmacéutico y Social Media Manager de Fundación Montemadrid, Alfaguara y Santillana, que le permitieron compaginar su trabajo con la literatura y el arte, sus otras grandes pasiones además del diseño.
Tras casi una década dedicada a la comunicación, dio un importante giro en su trayectoria profesional haciéndose un hueco como ilustradora de prensa, publicando regularmente en medios como ICON y El Mundo, y editoriales como Espasa o Periférica. Ha sido profesora de diseño gráfico en la Escuela Internacional de Protocolo y, tras completar su formación en edición y corrección, trabajó como coordinadora de libros de arte y fotografía en La Fábrica. También ha formado parte de festivales como Madrid Design Festival o PHotoEspaña.
Siempre a la búsqueda de casas y cosas bonitas (incluyendo hoteles, objetos de diseño o proyectos de interiorismo) ha sido redactora en numerosos medios especializados entre los que se cuentan AD, Arquitectura y Diseño y Diariodesign. Los que la conocen dicen que no hay nada que le haga más feliz que viajar, aprender historia antigua, la voz de Elvis Presley y ver pelis de Casavettes.