Mi viaje a las profundidades de la naturaleza vasca comienza en la estación de Vitoria, dispuesta a coger un coche que recorra los aproximadamente 30 kilómetros que separan la ciudad de un hotel que desprende magia sólo con nombrarlo: Etxegana, uno de los alojamientos de la cadena francesa de hoteles y restaurantes independientes Logis, que cuenta con más de setenta años de historia a sus espaldas.
Durante el trayecto, en un atípico día caluroso de finales de septiembre, soy testigo de la belleza de los bosques circundantes, bañados por los lagos que sirven como refugio frente a las altas temperaturas. Comenzamos a ascender por una carretera sinuosa que deja paso al aire puro de las montañas, y de repente, como una joya recién tallada, diviso una coqueta edificación de piedra que se alza entre los árboles.
Al contemplar el estilo de la fachada, pienso en los típicos caseríos de pueblo con encanto que llevo viendo durante todo el recorrido, y no salgo de mi asombro cuando descubro que el hotel –que pertenece a la cadena francesa Logis– se construyó desde cero hace tan sólo unos años, gracias a la pasión y al esfuerzo de sus propietarios.
Aficionados a los viajes, y en especial, a Indonesia, Luis y Begoña diseñaron la idea del hotel inspirándose, por un lado, en la estética balinesa, y por otro, en las casas rurales del País Vasco. Es por eso que gran parte de la decoración ha sido importada directamente desde Indonesia.
Ya con el registro de la habitación hecho, comienzo a ascender las escaleras de madera que conducen a mis aposentos, y al llegar a mi destino, vuelvo a sorprenderme. Esta vez, con el nombre de las placas que reposan sobre las puertas de entrada a las habitaciones. ''Son nombres de las islas de Indonesia'', confirma Begoña.
Al abrir la puerta, la sensación acogedora que flota en cada rincón del hotel se potencia al infinito. Sobre la cama king size, un marco balinés con espejo parece darme la bienvenida, y me invita a reposar sobre el colchón. Lo hago, por supuesto, pero no sin antes abrir de par en par las ventanas para disfrutar de un bucólico espectáculo de brisa y sonidos campestres.
Justo al otro lado, la bañera de hidromasaje reclama mi presencia, y es que no hay turista que se resista a las bondades de un buen baño tras un largo viaje. Y mucho menos con semejantes vistas...
A continuación, ya con las pilas cargadas, me dispongo a conocer las estancias del hotel, comenzando por el spa.
De nuevo, la majestuosidad de unas puertas balinesas preceden el acceso a este templo del bienestar que cuenta con dos saunas (una de vapor y otra finlandesa); una ducha de chorros específica para activar la circulación; un jacuzzi; una coqueta piscina; y un espacio con tumbonas. Todo ello en una sala rodeada por ventanales con vistas al bosque.
El atardecer comienza a hacer acto de presencia con su frescura característica, así que me dirijo a conocer las zonas exteriores antes de que la oscuridad nos envuelva.
Si hay algo que enseguida llama mi atención, son los cenadores. Sobre todo el segundo, y es que las vistas de las montañas y de los bosques frondosos parecen ilustrar un cuadro de Monet. De hecho, no me extraña que sea el lugar elegido por los novios que vienen a celebrar su boda al hotel para llevar a cabo la ceremonia.
Unos pasos más allá, las puertas balinesas del comedor nupcial se alzan ante mí como si de un templo sagrado se tratase.
A su lado, los porches de las suites, arropados por los árboles y las barandillas de forja, parecen saludarme a su paso, y de pronto me siento como si estuviera en una urbanización de lujo en un entorno privilegiado.
De vuelta en el hotel, y como colofón a esta maravilla de paseo, ¿qué podría haber mejor que una cena a la luz de las velas degustando el menú del chef en su restaurante Oneko by Etxegana? La respuesta está clara, así que sin más dilaciones me dirijo al comedor, donde, con gran fascinación, soy testigo de ese canto tan enigmático que sólo tiene lugar una vez al año: la berrea.
Un espectáculo que vivo con emoción más tarde en mi dormitorio. Por supuesto, esta noche dejo la ventana abierta.
Información y estancia: Cortesía de Hotel Spa Etxegana y Logis Hotels
Aránzazu Díaz Huerta es experta en decoración en Nuevo Estilo, por eso ha convertido su hogar en una especie de pop up store de las últimas tendencias, y por eso disfruta tanto elaborando contenidos sobre interiorismo. Además, se lo pasa genial buscando los hoteles más originales del mundo para sorprender a sus lectores. Le apasiona todo lo que tiene que ver con el hogar, pero también la moda, la belleza, el lifestyle y las mascotas, y aunque no tiene cuenta en TikTok, no se pierde ni un solo trend.
Se graduó en Comunicación Audiovisual en 2016 en la Universidad Pontificia de Salamanca, y continuó sus estudios con un máster en Periodismo Cultural por la Universidad San Pablo CEU. En el verano de 2017, hizo el curso de Escritura Creativa en la Escuela de Escritores de Madrid. Y cuando llegó la pandemia, se refugió en el Curso Online de Periodismo Especializado en Moda, Belleza y Estilo de Vida de la revista Vogue en Condé Nast College Spain. Además, como buena cinéfila que es, ha colaborado en el libro ''El clasicismo en el cine. Una mirada intergeneracional'', de D. Pedro Sangro Colón y D. Miguel Ángel Huerta Floriano.
Antes de comenzar su trayectoria en el mundo del periodismo freelance, pasó por la Cadena Ser de Oviedo y la revista cultural El Duende. También tuvo su propia columna de opinión en el periódico Salamanca RTV al día.
Desde el año 2017, colabora como redactora de contenidos online en Mi Casa, Nuevo Estilo y otras revistas del Grupo Hearst, incluyendo el departamento de Branded Content. En su tiempo libre, escribe relatos de ficción y no ficción, habiendo publicado en la revista literaria Fábula, y hace fotografías de paisajismo (especialmente, de lugares donde haya flores).