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Durante décadas, la escalera ha sido esa parte de la casa que se cruzaba sin pensar: un elemento funcional, de paso rápido y mirada breve. Pero los tiempos han cambiado, y con ellos, nuestra manera de entender el espacio doméstico. Hoy, las escaleras se alzan, literalmente, como piezas centrales del diseño de interiores. Más allá de unir niveles, conectan emociones, estilos y discursos arquitectónicos. Las escaleras escultóricas, protagonistas del momento, están aquí para quedarse.
“La escalera se ha convertido en un elemento protagonista del espacio”, confirma la interiorista Pia Capdevila, que lleva años incorporando estos elementos con carga estética a sus proyectos. “Cada vez hay más libertad a la hora de proyectarlas, se busca que transmitan personalidad y carácter”.
Ya no basta con que una escalera funcione. Tiene que hablar. De ahí que los materiales, las proporciones y la integración arquitectónica cobren un papel determinante. “Para que puedan lucirse en todo su esplendor hay que tener en cuenta algunos aspectos, como por ejemplo, que no quede encajonada entre paredes, sino que pueda leerse como un único volumen, casi como un tótem dentro de la arquitectura”, añade Capdevila. Para lograr una escalera escultórica hay que tener en cuenta todos los elementos que la componen: peldaños, barandilla, arranque y llegada. Todo debe proyectarse desde el inicio del proyecto para que tenga coherencia, porque si no se piensa de manera global puede acabar desentonando”. En su estudio, las escaleras se entienden como “una escultura integrada en la arquitectura que da valor añadido a la vivienda”.
Un valor que puede expresarse de muchas formas. En algunos casos, como los desarrollados por el Bill Amberg Studio en Londres, se traduce en escaleras revestidas en cuero artesanal, que combinan la calidez del material con la capacidad de envejecer con belleza. “Una escalera de cuero es, más que un elemento funcional, una pieza viva que está diseñada para durar generaciones”, explica el fundador Bill Amberg. “Aporta calidez, tactilidad y longevidad. El cuero no se desgasta, se transforma”.
En otros proyectos, como los de Cameron Design House, el protagonismo recae sobre la luz. La firma británica ha convertido el vacío vertical del hueco de escalera en el escenario perfecto para instalaciones lumínicas de gran formato: lámparas suspendidas que acompañan el movimiento, acentúan la altura y generan una coreografía de luces y sombras. “La iluminación juega un papel crucial: una composición fluida que siga las líneas verticales de la escalera puede intensificar la sensación de altura, y generar un diálogo visual muy potente con la arquitectura”, afirma su director creativo Ian Cameron.
Pero más allá de la espectacularidad formal, hay algo profundamente emocional en el diseño de una escalera escultórica. Quizá sea esa dualidad entre movimiento y pausa, entre peso y ligereza, entre lo que sube y lo que se queda. Porque ahora las escaleras no solo se transitan, también se contemplan. No es raro encontrar escaleras contemporáneas que prescinden de tabicas para dejar pasar la luz, que flotan como volúmenes suspendidos, o que serpentean con ritmo casi coreográfico en medio del salón.
Todos coinciden en que una escalera escultórica no tiene por qué ser grandilocuente. A veces basta con una barandilla de diseño especial o una elección de materiales poco habitual para conseguir un efecto sorprendente.
Los materiales juegan aquí un papel clave. Desde maderas nobles hasta mármoles con vetas marcadas, pasando por cristales curvados, aceros lacados o resinas moldeadas. Todo cuenta, desde los peldaños al pasamanos. Y si bien en muchas viviendas las dimensiones obligan a soluciones más comedidas, cada vez hay más maneras de introducir esta idea escultórica incluso en escaleras pequeñas, ya sea con un giro inesperado, un hueco de luz o una barandilla reinterpretada como obra de arte.
Lo que está claro es que las escaleras han dejado de ser una zona de paso. Son el nuevo punto focal. “Hoy en día los clientes quieren que sus casas hablen de ellos, y la escalera se ha convertido en un gran lienzo para hacerlo”, apunta Ian Cameron. Un lienzo vertical que sube y baja, pero que, sobre todo, se queda.