Una casa reformada para ganar una terraza cubierta
El color y la luz transmiten chispa y elegancia a esta casa madrileña. Reformada para ganar amplitud y luminosidad, la protagonista es una terraza cubierta que conecta interior y exterior.

Cada rincón de esta vivienda madrileña ofrece un ejemplo de acertada mezcla. En la proyección de la reforma y del interiorismo, la arquitecta Amaya Pérez Gandarias encontró el equilibrio adecuado para que resultara confortable y cálida con una nota de sofisticación. Sin duda, la protagonista es la terraza cubierta a la que se abre el salón. Los propietarios deseaban un lugar de disfrute para la familia y de reunión con amigos. En definitiva, un espacio para vivir sin prisas con una agradable sensación de conexión con la naturaleza. Amaya logró este cometido con un salón-comedor exterior que prolonga la zona de día interior a través del ventanal.
En origen se trataba de una casa de los años 70 con una disposición de los espacios acorde a su época: terrazas estrechas y habitaciones pequeñas a las que les faltaba luz natural. Precisamente con los cambios acometidos se incorporaron esas terrazas a las estancias para ganar metros y realizar ventanales más amplios que bañasen de luz el interior. Los materiales utilizados, tanto en revestimientos como en mobiliario y textiles, son naturales, lo que dota al interiorismo de un aspecto fresco y juvenil.
La arquitecta jugó con la luz como un elemento decorativo más, potenciado por el abuso del blanco en paredes y carpintería. Las ventanas se visten con discretos textiles en tonos neutros que no interfieren ni en las vistas, de las que gozan todos los espacios, ni en el intercambio de luminosidad que mantienen interior y exterior. En cuanto al mobiliario, se optó por piezas sencillas, que se revalorizan en compañía de los complementos adecuados. Es aquí donde el juego de materiales, colores y formas eleva el tono general sin alterar la tranquilidad de los ambientes. Mientras que el salón-comedor hace de la combinación y la mezcla su estandarte, la cocina se rinde a la sencillez y pureza del blanco, matizado con contadas ráfagas de color rojo. Ya en el dormitorio principal —organizado en vestidor, zona de descanso y baño— el ritmo se ralentiza gracias a la elección de una gama cromática sosegada, con pinceladas de naranja que caldean el conjunto, y a la riqueza que aportan los textiles, protagonistas indiscutibles. En definitiva, la elegancia natural de los interiores es fruto de su alianza con la luz natural y de la sencillez de líneas del mobiliario. Estancias bien organizadas, distribuciones racionales y piezas exquisitas definen esta vivienda contemporánea.


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