Una casa para vivir el campo
Una antigua casa de labranza en Mallorca se convirtió, tras una sabia reforma, en el lugar perfecto para disfrutar de las vacaciones y del ansiado tiempo libre.

Esta casa mallorquina encandiló a sus actuales propietarios en cuanto la vieron. Había sido de labranza y necesitaba una reforma para habitarla, pero tenía encanto, un jardín de mil metros cuadrados y estaba al pie de la Sierra de Tramuntana, en Selva, a tan sólo treinta kilómetros de la playa. La idea era pasar en ella las vacaciones, vivir en contacto con la naturaleza, respirar aire limpio y disfrutar del sol. La reforma que realizaron se basó en ampliar la superficie útil, y por ello acristalaron y acondicionaron una parte del porche para convertirla en un salón que pudieran utilizar todo el año. La zona del porche que contínua abierta es ahora un comedor al aire libre, que queda a salvo del calor gracias a la sombra que proporciona una pérgola de hierro y varios toldos. El interior de la casa también se reorganizó para adaptarlo a las nuevas necesidades: se creó un espacio diáfano, compartido por el comedor y la cocina, y se hicieron dos dormitorios; en el de los niños se realizó un altillo, ideal para juegos.
Para dotar a estos ambientes de calidez, las texturas y el color de los revestimientos fueron clave. Las paredes se pintaron en un tono arena y a la tarima maciza de pino y a la viguería del techo se les aplicó una pátina blanca con la que este material adquirió un acabado rústico, muy natural. Con este punto de partida sereno y acogedor, la decoración se basó en la sencillez. Fundas blancas en el salón, muebles de madera natural y ropa de cama en tonos neutros evocan el estilo de vida rural, al tiempo que consiguen sensación de mayor amplitud y plena comodidad.


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