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"En Casa Gaviota nos obsesionaba generar una sensación real de ligereza. Que al entrar, todo el peso del día –el trabajo, el ritmo, el ruido–, se quedara fuera. Queríamos que la vida dentro fuese tan libre como el paisaje que tiene delante". Así describe el estudio murciano Mas Arquitectos (en colaboración con Miguel Fernández Vallés), cómo afrontó la reforma integral de esta casa, una vivienda de 1879 y tres plantas, vacía, muy deteriorada y con daños estructurales importantes.
El cliente buscaba transformar la casa en un alojamiento turístico de calidad, maximizando el número de dormitorios y controlando cuidadosamente la inversión. "La premisa era mantener el espíritu mediterráneo y la conexión con el mar. A partir de un estudio detallado del estado constructivo y de las nuevas necesidades de uso, el proyecto plantea la recuperación del espíritu original de la casa, la ampliación de sus terrazas y la creación de una nueva plataforma con piscina. Esta intervención permite reactivar el antiguo sótano, hasta entonces un espacio oscuro y sin uso, y vincularlo al mar, otorgando continuidad y vida a toda la vivienda".
A partir de estas ideas, la rehabilitación se estructuró como una reorganización completa del edificio. La casa, abandonada durante años en el Puerto de Mazarrón, había sufrido la corrosión propia de la cercanía al mar: problemas de humedad, zonas parcialmente derruidas y un sótano completamente inutilizado. Mas Arquitectos aborda esa fragilidad inicial con la estrategia de ordenar la vivienda "para que todas las plantas miren al Mediterráneo y eliminar lo superfluo" y permitir así que la luz y las vistas hagan su trabajo.
La intervención reinterpreta la casa desde su propia topografía. Con una parcela en fuerte pendiente, el proyecto aprovecha esa condición para escalonar los usos y obtener una perspectiva diferente del mar desde cada nivel. En el nivel intermedio, por donde se accede, se concentran los espacios comunes; en la planta alta se distribuyen cuatro dormitorios dobles y tres baños -dos en suite y uno compartido-; y en el nivel inferior aparece la nueva vida de la casa: una sala de ocio vinculada directamente a la terraza y a la piscina, sobre lo que antes era un sótano cerrado y húmedo. La superficie final habla de la escala del trabajo: 240 m² interiores y 340 m² exteriores en la planta baja, 125 m² interiores en la superior y 65 m² interiores más 133 m² de terraza en el antiguo sótano convertido en planta de ocio. La intención era ganar metros útiles pero también activar cada superficie para que formara parte de un conjunto coherente y funcional.
En la planta baja, Mas Arquitectos sustituye los tabiques por un espacio continuo y luminoso que conecta la entrada con el paisaje. La operación clave es la "alfombra" de rasilla cerámica, un material de tono terroso y carácter mediterráneo que se extiende desde el acceso peatonal hasta el interior, unificando estancias y disolviendo el límite entre dentro y fuera. Es una elección deliberadamente sencilla: "económica, cálida y auténtica, capaz de aportar unidad sin restar protagonismo" al exterior. Los revestimientos también recuperan la memoria original del edificio. La tradicional gota de la vivienda se conserva allí donde era posible, mientras que las nuevas zonas se ejecutan en un blanco liso que permite distinguir lo existente de lo renovado. Las carpinterías, todas de aluminio por su resistencia al ambiente marino, completan esta lectura práctica de los materiales.
En cuanto a la estrategia cromática, la paleta se reduce a "blancos y tonos terrosos para que el mar sea el verdadero protagonista". El único espacio donde aparece el color es en los baños de las habitaciones, cada uno con un tono distinto para diferenciarlas y aportar una nota más viva dentro de un conjunto deliberadamente sobrio.
La piscina, construida en una nueva plataforma exterior y revestida en porcelánico, es el elemento que redefine por completo la relación de la casa con la parcela. Lo que antes era un sótano oscuro se convierte ahora en un espacio que mira al mar, se ilumina naturalmente y se integra en la vida cotidiana de la vivienda. La terraza, ampliada y reorganizada, actúa como charnela entre la arquitectura y el paisaje, abriendo recorridos, ventilaciones cruzadas y nuevas formas de disfrutar el clima.
El mobiliario -seleccionado junto a OCA- se mantiene en la misma línea de ligereza que guiaba la arquitectura con un conjunto de piezas discretas. Tampoco hay obras de arte relevantes: la casa se concibe como un espacio neutro, donde la luz y el horizonte son los protagonistas. La iluminación, cálida y contenida, utiliza elementos lineales que apenas se perciben. El mayor reto, según el propio estudio, fue el control económico, especialmente en una vivienda de gran escala y en mal estado inicial. El proyecto consigue solucionarlo y hoy, por fin, "Casa Gaviota vuelve a mirar al mar".
Más información: masarquitectos.es




























