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Quién les iba a decir a los propietarios de esta casa de 790 metros cuadrados que tardarían cinco años en ver cumplida la fantasía de su hogar soñado. Y es que cuando adquirieron esta propiedad con el confinamiento encima, no sabían lo que les quedaba por pasar. Pero hoy, la vivienda está acabada y perfecta, con 1200 metros cuadrados gracias a la construcción de un nuevo sótano al que se añadieron habitaciones de invitados, un gimnasio, una family room y una sala multimedia. Diseñada por Champalimaud Design, el estudio neoyorquino responsable de proyectos como el St. Regis New York o el Raffles Singapore, no dudan en asegurar que ha sido "un proceso largo y profundamente colaborativo. El objetivo fue crear una casa nueva con encanto clásico, respetando la arquitectura y la historia del lugar, pero elevándola con materiales nobles y acabados de alto nivel".
Este refugio junto al mar conservó el espíritu de las viviendas tradicionales de los Hamptons, pero con una distribución más contemporánea. "Queríamos que cada espacio resultara funcional, confortable y, al mismo tiempo, impregnado de serenidad". Esa búsqueda de calma se materializa en una paleta de tonos suaves y materiales naturales. La madera, el lino y la piedra son los pilares sobre los que se construye la atmósfera de la casa. "Optamos por un interiorismo que reflejara la esencia de las casas costeras, discreto pero lleno de matices", señalan desde Champalimaud Design. El mobiliario combina piezas a medida con clásicos atemporales: carpinterías tradicionales en la cocina, butacas y mesas de líneas depuradas en la biblioteca y sofás diseñados expresamente para cada estancia.
La intervención artesanal es una constante. Las cortinas se confeccionaron con tejidos de Loro Piana, el gran tapiz del salón familiar fue elaborado por The Rug Company, y los cojines proceden de Carlitos Custom Furniture. Incluso la iluminación del comedor y la zona de desayuno, procedente de una subasta, contribuye a ese aire de exclusividad discreta que define el conjunto. "Cada elemento fue seleccionado por su capacidad para sumar", explican.
Pero si algo distingue a esta casa es su colección de arte, auténtico hilo conductor del proyecto. Las obras de Picasso, Lichtenstein, Giacometti, Diebenkorn y Jenny Holzer marcan la pauta visual y emocional de los interiores. "Sabíamos que el arte debía respirar. Por eso los espacios se concibieron con una estética contenida: cuanto más silenciosa es la arquitectura interior, más vibran las piezas", apuntan desde el estudio.
La luz natural, filtrada a través de grandes ventanales, se convierte en el mejor aliado para realzar esa relación entre arte y materia. En el salón principal, los reflejos del jardín se mezclan con los tonos neutros de los textiles, generando una sensación de armonía casi museística, aunque profundamente habitable. En la biblioteca, el mobiliario se reduce a lo esencial: una mesa de madera oscura, sillas tapizadas en lino y una lámpara suspendida que recuerda el origen artesanal.
En las zonas privadas, los dormitorios, vestidos con ropa de cama blanca y cabeceros tapizados, mantienen la sobriedad que caracteriza al conjunto. Los baños, por su parte, alternan mármoles claros y cerámica artesanal con accesorios de latón envejecido. "Queríamos que la casa ofreciera confort sin ostentación", subrayan los diseñadores. El resultado, como resumen desde Champalimaud Design, "encarna la esencia de nuestro trabajo: una elegancia discreta que no busca impresionar, sino emocionar".
Más información: champalimaud.design































