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El color terracota irradia calidez, el azul intenso añade profundidad, el amarillo aporta energía y los suaves tonos celestes transmiten calma y serenidad. "Juntos crean un ritmo que acompaña a la familia de la mañana a la noche". La historia de esta casa empieza con una joven familia y su hijo, que soñaban con una casa que fuera funcional pero también "cálida, con formas divertidas y una personalidad única". Esto hizo que las diseñadoras Valeria Nesterenko y Natalya Lenintseva concibieran el interior, según sus palabras, “como una composición musical: cada color como una nota, cada detalle como una melodía”. Y esto se percibe desde la misma entrada.
El recorrido comienza en la cocina, donde el blanco puro de los armarios dialoga con la intensidad de un muro terracota que marca la primera nota de la vivienda ya desde la misma entrada. Al tratarse de un concepto abierto, en lugar de isla encontramos una mesa redonda con sillas tapizadas, que ayudan a suavizar la geometría de los muebles, mientras que unas lámparas colgantes con guiños al mid-century añaden un punto gráfico y luminoso.
El salón despliega la misma paleta pero con mayor libertad. El sofá terracota funciona como eje visual y se rodea de acentos azules que refuerzan la sensación de movimiento. La alfombra geométrica de Nordic Knots y las franjas verticales de las hornacinas añaden dinamismo, en contraste con las líneas curvas de un sillón escultórico de Saba Italia. Desde el salón se accede al despacho, concebido como un espacio inmerso en azul profundo. La intensidad del tono unifica paredes y mobiliario, generando concentración y recogimiento, pero también confort.
En los dormitorios, las diseñadoras trabajaron con variaciones más delicadas. El primero se ilumina con tonos que recuerdan a un amanecer. Lámparas amarillas, textiles ligeros y una lámpara transparente de Kartell suavizan el conjunto. Sobre el escritorio, un cuadro con silueta felina aporta un aire lúdico, reforzando la idea de que esta casa debía ser también un lugar amable para un niño en crecimiento. El segundo dormitorio, en cambio, baja la intensidad y busca un efecto más íntimo. Se eligieron tonos entre verde-azulados y miel, con un aplique redondo de Hay en naranja intenso que funciona como un pequeño sol artificial.
La terraza exterior prolonga el guion cromático de la casa. Los muebles de fibras trenzadas y el sofá tapizado con cojines en tonos cálidos hacen de este lugar un refugio abierto al aire libre. La madera y los textiles se convierten aquí en los portadores de color, manteniendo el vínculo entre interior y exterior.
Incluso en los baños se cuidó la presencia cromática. En el de invitados destaca un espejo con marco rojo y un panel decorativo con un pájaro azul estilizado, piezas que rompen con la neutralidad habitual en este tipo de espacios. En el baño principal se optó por un tono más sobrio, con cerámica gris y luz suave, pero introduciendo apliques cobalto y textiles en blanco y azul.
Como concluyen las diseñadoras, "la clave está en los detalles: los pósters, los textiles, la elección de lámparas o cerámicas, todo forma parte de una misma partitura visual. Porque aquí el color no es solo un elemento decorativo, sino el protagonista de esta historia, una historia que la familia vive a diario".
Más información: @valeria.nesterenko y @design_nataliia