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Un edificio histórico de 1715, unas vistas impresionantes, una distribución casi perfecta y las ganas de mantener toda su esencia "creando un interior como si siempre hubiera sido así". Anastasia Tuganova, de STUDIO 25 Bureau, se enamoró de la casa nada más verla y decidió que acometería lo que ha definido como "una intervención atemporal con empatía". Villa Mona Lisa pertenece a una familia que quería preservar la autenticidad de la casa añadiendo los elementos contemporáneos necesarios. "La arquitectura requirió un enfoque extremadamente cuidadoso, buscando en todo momento preservar la autenticidad. La distribución se mantuvo prácticamente intacta, solo se ajustó ligeramente la disposición del mobiliario y se añadieron nuevas áreas funcionales. El espacio se volvió más abierto y luminoso, y el interior se adaptó al máximo para una cómoda relajación", detalla la diseñadora.
La casa se encuentra en Montenegro y "debe su nombre a un propietario inglés que la restauró hace unas décadas, añadió una tercera planta y la amuebló con piezas balinesas. Probablemente, en sus orígenes perteneció a un sirviente del cercano monasterio de Stanjevići. Hasta entonces había permanecido abandonada, con la piedra desnuda expuesta al paso del tiempo". La nueva intervención respeta esa herencia, manteniendo la mampostería original, las contraventanas y la atmósfera que la convierte en un refugio único. "El actual propietario está fascinado con su atmósfera", explica Tuganova.
El mayor reto se planteó en la planta baja, donde se decidió acometer los cambios más profundos. La distribución se repensó para incorporar una bodega bajo la escalera, una zona de masajes, una cocina técnica para el personal y una lavandería. El salón y la cocina, ahora comunicados, forman el corazón social de la casa, un espacio que debía ser práctico y acogedor a la vez.
La cocina resume el espíritu de la intervención. Allí apareció un hallazgo inesperado: la hornacina de un antiguo horno abovedado. "Cuando llegamos, nos encantó enseguida el nicho de la antigua estufa. Era lo más destacado; queríamos subrayar este elemento. Por eso, ubicamos parte de la cocina en el nicho, convirtiéndola en un espacio especial donde es agradable disfrutar de una copa de vino", comenta la diseñadora. Para no desentonar con la arquitectura preexistente, se optó por una cocina de obra realizada por Rizoniti, complementada con una mesa de Miniforms, lámparas de Karman y sillas de Gervasoni.
Los interiores dialogan entre historia y contemporaneidad. La atmósfera dictó la elección de materiales: lino, travertino y madera natural, texturas capaces de integrarse con el paisaje montañoso y marino que rodea la villa. El salón, decorado con piezas de Gervasoni, una alfombra, de Bolia, y cerámica, de Katia Schneider, transmite serenidad y ligereza. En las paredes, las obras de la artista Mila Khalizova, realizadas con plantas y bellotas locales, refuerzan el vínculo con el entorno. En las plantas superiores se distribuyen seis dormitorios y tres baños. Allí la intervención fue mínima: se actualizaron textiles y se simplificó la decoración, eliminando lo superfluo para devolver protagonismo a la arquitectura.
Más información: studio-25.ru