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El encargo era una casa luminosa, calmada y sencilla, pero sin caer en la monotonía. La joven familia con un hijo que confió en el estudio Pinteriors, liderado por Anna Aranovich, soñaba con un espacio donde todo transmitiera equilibrio y nada resultara estridente. La respuesta fue un proyecto que mezcla la sobriedad del minimalismo contemporáneo con la calidez escandinava y la atención al detalle propia del diseño italiano.
La primera decisión fue replantear la distribución de los 118 metros cuadrados de la casa. Cocina y salón se unieron en un único espacio, pero con una separación sutil a través de un cerramiento transparente que permite zonificar sin perder continuidad. Este gesto sencillo aporta amplitud y luminosidad, dos de las premisas esenciales de los clientes. En el pasillo, un sistema de almacenamiento a medida evita acumulaciones en las zonas principales y refuerza la sensación de orden.
La cocina-salón se convierte en el corazón de la casa. Allí se concentran un gran sofá orientado hacia la zona de televisión, una mesa de comedor amplia que invita a compartir, soluciones de almacenaje generosas y hasta un rincón de trabajo perfectamente integrado. El uso de esquinas redondeadas, formas curvas y recorridos intuitivos refuerza esa idea de continuidad y suavidad que acompaña la vida cotidiana de la familia.
En el dormitorio principal, los diseñadores aprovecharon la apertura de una ventana adicional para incorporar un vestidor que amplía la funcionalidad de la estancia. El cuarto de baño en suite refuerza la privacidad y la sensación de refugio. La habitación infantil, en cambio, se organiza en dos áreas diferenciadas: una para el descanso y otra para el juego, ambas con soluciones de almacenaje que garantizan orden y flexibilidad a medida que el niño crezca. El segundo baño, pensado para invitados, se resolvió con ducha y electrodomésticos integrados, evitando restar espacio a otras zonas de la vivienda.
La paleta cromática desempeña un papel decisivo, resuelta en una gama envolvente que conjuga tonos crema, arena y leche horneada, con matices rosados que aportan calidez. Los acabados en madera texturizada alargan visualmente las paredes y enfatizan la geometría, aportando un trasfondo natural al conjunto. El mobiliario y los textiles se eligieron con un criterio casi artesanal. Cada pieza se debatió con los propietarios, desde el tapizado del sofá hasta los tiradores de la cocina, en un diálogo constante entre deseos y propuestas. "Nada procede de su vida anterior: todo se concibió ex novo, como símbolo de un nuevo comienzo", aclara la diseñadora. Esa idea se refleja en la manera en que cada elemento "parece que creció con nosotros", comparte el propietario. Por eso hoy, como dicen, "ya no queremos salir de casa".
Más información: @pinteriors_club