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Cando una casa se construye desde cero, el mayor reto no siempre es técnico, sino emocional: lograr que esa vivienda nueva parezca tener historia, alma y capas de tiempo. Eso fue lo que se propusieron los diseñadores Evan Krenzien y Pierce Jordan, fundadores del estudio Shane and Pierce, al abordar este proyecto de gran escala. "Siempre queremos que las casas tengan carácter, ya sea en una reforma o en una obra nueva", explica Evan. Por eso, desde el primer boceto trabajaron con la premisa de crear un ambiente que no resultara plano ni impersonal, sino acogedor, con texturas, materiales nobles y un lenguaje arquitectónico coherente.
La inspiración estética nace de las casas de campo belgas: construcciones sobrias, poco ornamentadas, donde la riqueza surge de la propia materialidad. Pero los diseñadores también quisieron incorporar referencias sureñas, que suelen ser más abiertas, sociales, cálidas, y jugar con una mezcla de épocas al estilo de los apartamentos romanos o parisinos donde conviven muebles de diseño contemporáneo con elementos arquitectónicos centenarios. "Este proyecto era una forma de inventar una historia desde cero, imaginando cómo una familia sofisticada y casual disfrutaría tanto de fiestas numerosas como de reuniones íntimas en distintos rincones de la casa", añaden.
La vivienda, de 733 m², tiene cinco dormitorios, ocho baños, salón, comedor, lounge, sala de desayunos, estudio, sala de juegos infantil y hasta una zona de bar independiente y cocina de apoyo. Cada espacio fue concebido para tener una personalidad propia, sin perder coherencia en el conjunto. Los diseñadores evitaron los techos rebajados y apostaron por la escala, el equilibrio y las texturas. Así, los suelos de piedra caliza imperfecta, los techos con vigas de madera talladas a mano o el estuco veneciano aplicado de manera manual aparecen por toda la casa, aportando calidez incluso en las estancias más amplias.
El esquema cromático parte de una base blanca con matices cálidos (un tono similar a "Joa’s White" de Farrow & Ball, aclarado en algunas zonas), pero no rehúye del color. El comedor, por ejemplo, se envuelve en verdes suaves en techos y paredes; el despacho sorprende con un tono azul de acabado arcilloso; y la sala de juegos apuesta por un marrón profundo. Todos los tonos se eligieron por su conexión con la naturaleza, y por su capacidad para matizar la luz natural sin generar contrastes duros.
En cuanto al mobiliario, Shane and Pierce mantuvieron su filosofía de mezclar lo antiguo y lo nuevo con sentido y armonía. Algunas piezas proceden de la firma Garde y responden a una estética moderna, escultórica, como las de DeLaSpada, Tacchini o Pierre Augustin Rose, mientras que otras aportan un contrapeso histórico: jarrones de mármol italiano, pedestales de piedra francesa o tapices desgastados pero bellos, adquiridos en Pittet Architecturals. Las alfombras, neutras y de fibras naturales, son de Armadillo, y los textiles globales de Kufri contribuyen a suavizar los ambientes sin restarles intención.
La iluminación se basa en luminarias de materiales ricos como metal con pátina, vidrio, mimbre, que complementan la decoración. Los diseñadores evitaron una luz general cenital excesiva, optando por múltiples puntos de luz que reforzaran esa idea de hogar vivido, no de escenografía.
Aunque fue concebida como una vivienda para un futuro comprador aún desconocido, el reto consistió precisamente en diseñar para alguien sin rostro: "Construir para un cliente desconocido es difícil, sobre todo en el segmento del lujo, porque hay que anticiparse sin limitarse a lo obvio", dice Pierce. El resultado es una casa nueva con espíritu antiguo, donde el lujo no está en el exceso, sino en la calidad del tiempo y la materia.
Más información: shaneandpierce.com