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Ubicada en una pradera, esta casa de 315 metros cuadrados, firmada por PKA Architecture y distribuida en tres dormitorios uno para la suegra, tres baños completos y un aseo, además de zonas comunes, es "un ejemplo contemporáneo de cómo reinterpretar la arquitectura vernácula desde una mirada funcional, natural y sin estridencias", según el estudio. Concebida como residencia principal para una familia multigeneracional, su diseño de estilo rústico responde a criterios estéticos pero también a las necesidades reales de habitabilidad a largo plazo.
"Tras pasar temporadas en Nueva York y Colorado, la familia regresó a Minnesota para estar más cerca de los suyos", cuentan desde el estudio. "Procedían de una casa renovada de estilo mid-century cerca del centro de Minneapolis, pero se sintieron atraídos por la amplitud del paisaje de pradera, que les conectaba con sus infancias rurales. La casa invita a disfrutar de la tierra mediante senderos, huertos y vistas panorámicas a fenómenos meteorológicos como auroras boreales o tormentas de nieve".
La vivienda se asienta sobre una parcela amplia y abierta, donde el paisaje marca la pauta y define cada una de las estancias. "La belleza de este proyecto proviene de la suavidad de sus formas arquitectónicas y de lo intuitivo del recorrido", explica la arquitecta Ashley Vanden Bosch. Lejos de protagonismos formales, el conjunto recuerda a una pequeña aldea dispersa, gracias a sus cubiertas a dos aguas y su volumetría fragmentada, que permite organizar los usos en distintas alas con independencia y privacidad.
El trazado general de la casa responde a una planta en forma de T, donde el brazo longitudinal alberga los espacios comunes (cocina, comedor, salón) y los dos brazos laterales organizan las zonas de descanso. Esta distribución permite que las dos suites principales estén separadas por completo, evitando interferencias acústicas y visuales. Un tercer dormitorio, destinado a huéspedes, incorpora un escritorio empotrado que lo convierte en despacho en el día a día. Hay también un acceso directo desde la despensa a un pequeño huerto, y una ducha exterior vinculada al baño principal, pensada para prolongar el contacto con la naturaleza más allá de lo estrictamente funcional.
Desde el punto de vista estilístico, la casa recoge la esencia de la tradición rural y la tamiza con una sensibilidad escandinava que se percibe en la sobriedad de los acabados, el uso extensivo de madera clara y una paleta cromática muy contenida. El exterior combina un revestimiento de fresno modificado con paneles de composite reciclado, mientras que en el interior predominan el roble blanco, la pizarra y los acabados minerales como el yeso Tadelakt, que recubre paredes y techos en los baños. Los suelos son de roble ranurado y cepillado, las luminarias se eligieron entre firmas como Sonneman o Hennepin Made, y el mobiliario combina piezas heredadas de su anterior vivienda mid-century, como varias butacas Eames, con elementos a medida, como la carpintería diseñada por Hurley Custom Cabinetry.
Uno de los núcleos más cuidados del proyecto es la cocina, que se despliega como una unidad continua donde conviven la zona principal, una cocina auxiliar y una lavandería oculta. Todo este bloque está incrustado en el espacio intermedio entre la zona pública y la privada, permitiendo una circulación fluida sin comprometer la estética general, basada en el orden y la funcionalidad. El salón se abre con ventanas en las cuatro orientaciones y una chimenea de piedra caliza con banco incorporado, que sirve tanto de foco visual como de lugar de descanso.
La sostenibilidad se plantea como una condición de partida. La vivienda incorpora paneles solares, calefacción por suelo radiante integrada en estructura Warmboard, muros de paneles estructurales aislados (SIP) y cimentación con encofrado aislante de hormigón (ICF). Las ventanas de triple acristalamiento aseguran aislamiento térmico sin renunciar a las vistas, mientras que una pérgola mecánica regula el uso del patio exterior según el clima. El paisajismo también sigue criterios ecológicos, con jardines de lluvia para gestionar las aguas pluviales y especies autóctonas que contribuyen a regenerar la biodiversidad local. "El ritmo diario de los propietarios está completamente moldeado por este paisaje", señala el arquitecto Brent Nelson.
Más información: pkarch.com