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"El apartamento nos llegó como un lienzo en blanco, y nuestro reto fue crear un ambiente con identidad, comodidad y amplitud, respetando el estilo de vida relajado y afectuoso de los residentes", explica Lívia Leite, al frente de Estúdio Maré y encargados del proyecto. Esa idea inicial fue el punto de partida de una reforma donde funcionalidad y estética se dieron la mano en esta vivienda, de 86 metros cuadrados, que se transformó en un escenario fluido y expresivo.
El primer gesto fue respetar su estructura original y sacar partido de sus materiales desnudos: el forjado de hormigón visto quedó a la vista como declaración de intenciones, aportando textura, crudeza y personalidad. Lejos de cubrirlo, se convirtió en el telón de fondo perfecto para una narrativa visual dominada por el contraste. A esa base industrial se sumó una paleta atrevida, donde un azul intenso cobra protagonismo en la cocina y en el pequeño "túnel" de entrada. Este volumen funciona como hall de acceso, con soluciones de almacenaje para calzado y abrigos, y al mismo tiempo crea un juego cromático que introduce el tono alegre y acogedor que marca el resto del apartamento.
Uno de los logros del equipo fue organizar los espacios para que la vivienda resultara mucho más abierta, luminosa y funcional. El derribo de barreras innecesarias permitió integrar salón, cocina y balcón en una única secuencia espacial que fluye sin interrupciones. El balcón, aunque conserva la encimera original, se conectó visualmente con la cocina gracias a la carpintería azul y a un nuevo frontón que refuerza la unidad formal. De este modo, se gana amplitud sin perder sentido de orientación ni confort.
El mobiliario y la carpintería se diseñaron a medida, con soluciones inteligentes que aprovechan cada centímetro. En la cocina, los muebles bajos se resuelven en madera para jugar con el contraste del azul de la línea superior y la isla, así como el blanco del salpicadero. Mientras, en el salón, se pierde el azul pero se mantiene el blanco y la madera en el frontal de la revisión, sobre la que se ha diseñado una balda que recorre la parte superior de la pared sin molestar la visión. Esta combinación de materiales y colores aporta variedad táctil y sensorial, generando rincones de calma, trabajo o descanso sin que el conjunto pierda coherencia.
En el dormitorio principal, el cabezal diseñado en carpintería, también con acento cromático pero en este caso en color verde, contrasta con la aspereza del forjado visto, estableciendo un diálogo entre lo rústico y lo delicado. El armario, por el contrario, se planteó en un tono neutro para equilibrar y dar ligereza visual. En el suelo se optó por un pavimento porcelánico en las zonas comunes, resistente y fácil de limpiar, mientras que la zona privada se revistió con un suelo vinílico más cálido y confortable.
En los baños se conservaron los revestimientos originales, actualizándolos con toques de pintura y carpintería a medida que los integran en el nuevo lenguaje de la casa y donde se imponen el verde y el naranja. Más allá de lo estético, el proyecto es también un manifiesto emocional. "Cada detalle fue pensado para reflejar la personalidad de los residentes y acompañar su rutina con encanto y ligereza", concluye la arquitecta.
Más información: estudiomare.com