Despertaron en Ajaccio, la capital de Córcega, donde Laure y Pascal tienen atracado su barco y como enamorados del Mediterráneo que son, comenzaron a planear rutas por el mar. Era el verano de 2015 y la pareja, que proviene de matrimonios anteriores, empezó a soñar con un anclaje en tierra firme donde reunir a sus respectivos hijos y nietos. Así llegaron a Menorca, donde se detuvieron más de lo esperado. El silencio y su belleza preservada les sedujo. No necesitaron más, éste era su destino.

Recorrieron el lugar hasta entrar en Mahón, allí estaba su casa, una edificación de los años 90 que no había sido reformada, pero que podían transformar en un refugio de esencia vernacular. "Era cúbica, simétrica, con espacios compartimentados que buscaban la sombra más que la luminosidad. Pero el verdadero flechazo fue el amplio terreno salpicado de olivos y dominado por un magnífico algarrobo centenario, que en menorquín se dice garrover y que da nombre a este nuevo hogar", comienza la arquitecta Maud Saget-Pineau, a quien encargaron este proyecto vital que consistía en darle al conjunto una identidad de aires payeses contemporáneos y en armonía con el paisaje.

Todo lentamente comenzó a mutar, se abrieron grandes ventanales, se eliminaron gruesas barandillas, los muros del jardín se dividieron para crear patios por los que circulara la luz, incluso las edificaciones de aperos se adaptaron para que acogieran a más invitados. También se reinventó el jardín con la ayuda del equipo de paisajismo de Endèmic Projectes que sumó un vergel de cactus, plantas aromáticas, naranjos o setos de laureles... y una nueva alberca integrada entre la vegetación. En el interior, un gran salón y cocina (apoyada por otra exterior) seis dormitorios, uno de ellos con mezzanine y cinco baños. El final de este viaje era "crear un espacio apacible y luminoso a través del suelo continuo de hormigón pulido, madera, laca gris y un detalle característico de la isla, la flor menorquina, presente en las puertas de los armarios. Un paraíso listo para acoger los objetos, muebles y cuadros de dos vidas que se han reunido”, remata Saget-Pineau.

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Frenchie Cristogatin

De un pasado lúgubre y con contraventanas en verde oscuro (tono que impone el plan urbanístico y que se mantuvo en la fachada exterior) quedan solo recuerdos. Ahora, la casa reverdece en la parte trasera con tonos suaves y luminosos que contrastan con la buganvilla que se enreda en los pilares y la frondosa vegetación.

Salón

una casa en menorca familiar: salón con salida al jardínpinterest
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Los sofás son un diseño a medida con lino y bloques de madera empleados como mesas auxiliares de un ebanista de Sant Lluís, en uno de ellos, copa Anduze.

La gran zona de estar se conecta con el exterior a través de ventanales y puertas de cristal.

una casa en menorca familiar: salón con vistas al jardínpinterest
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Lámpara y macetero de cerámica italiana adquiridos en una subasta, y alfombras, cojines y cortinas de lino de tiendas locales.

Cocina

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Los armarios de madera lacados en un suave gris con la omnipresente flor menorquina tallada. En la estantería de obra con fondo granate para dar profundidad, platos artísticos, de Patrick Galtier, y pequeños y blancos, de Astier de Villatte, entre cristalería, plata y libros que forman un mapa de recuerdos familiares.
una casa en menorca familiar: cocina con isla y taburetes altos de eneapinterest
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La gran isla de Silestone del centro de la cocina, diseño de la arquitecta, sirve también de mesa de reunión o comedor. En torno a ella, taburetes de enea y, en un lateral, vajilla verde de Aviñón. Al fondo, un mural de cerámica adquirido en la subasta de mobiliario de Pierre Bergé.

Exterior: jardín, porche, piscina

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La terraza exterior con la cocina de obra es un auténtico comedor de exterior. La pérgola es un ejercicio de ingeniería tradicional, con el trabajo de carpinteros menorquines se recuperó una técnica mediante la que se compuso un techado de fibra natural con parasoles, a modo de persianas, con los que regular la sombra que incide sobre la mesa de obra, todo diseño de la arquitecta francesa.
una casa en menorca familiar: porche con comedor exteriorpinterest
Frenchie Cristogatin
El comedor de exterior listo para recibir a la familia con vajilla de loza verde de Aviñón.
una casa en menorca familiar: cocina exteriorpinterest
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Un homenaje a la tradición culinaria local se encuentra en esta cocina, con su banco de zellige hecho a mano en Sant Lluís y puertas de madera lacadas en blanco con pequeñas rendijas que componen la flor de jazmín y que cuyos huecos permite que pase el aire y evitar humedades, y mesa con sobre de cerámica y patas de tijera de madera hecha por encargo.

"Este proyecto consiste en revelar un lugar, pero también en ofrecer una manera de vivir en él"

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Frenchie Cristogatin
En torno a la nueva alberca se planteó una terraza de teca que permite filtrar el agua de la lluvia. El mosaico verde agua es un guiño a la piscina original, que tenía un delfín en el fondo en este tono. Unos suaves escalones delimitan las zonas de mayor o menor profundidad, detalle pensado para los niños. En torno a este estanque "macizos de vivaces que se mecen al viento y que hacen que cada estación componga su propio cuadro", señala Saget-Pineau.
una casa en menorca familiar: jardínpinterest
Frenchie Cristogatin
Sombras y vegetación conviven en este jardín proyectado por el equipo de paisajismo menorquín Endèmic Projectes. En los muros de esta terraza descubierta se abrieron huecos que enmarcan, de manera casi pictórica, las plantas o las vistas de la parcela.
una casa en menorca familiar: jardín con banco de obrapinterest
Frenchie Cristogatin
"En Fornells, un pequeño puerto del norte de la isla, encontramos un banco urbano que reprodujimos en el jardín", explica la arquitecta. Los azulejos zellige del mural trasero están hechos a mano por un artesano de Sant Lluís.

Casa de invitados

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Una de las construcciones anexas ahora se ha rebautizado como ’La casita’. "En el pasado fue un pequeño cobertizo que transformamos es una suite independiente. También es el dormitorio favorito de Candice, de 15 años, nieta de Laure, quien lo ha convertido en su refugio", cuenta Maud. Todo el espacio se hizo con muebles de obra, telas y lámparas de tiendas locales o encargadas ex profeso a artesanos.

Muebles de obra, esbeltos ventanales y recuerdos de dos vidas habitan cada uno de los rincones de El Garrover.

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Maud Saget-Pineau sentada en el poyete de piedra de marés que rodea la casa. "Este proyecto consistía en revelar un lugar, pero también en ofrecer una manera de vivir en él", puntualiza.

maudsagetarchitecte.com

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