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En apenas 70 metros cuadrados, esta casa de campo logra condensar lo esencial de un refugio: calidez, reposo, belleza y funcionalidad. Diseñada por Kurmanalieva Zhanar y situada en un entorno boscoso en la ciudad de Almaty, Kazajistán, la vivienda, conocida como "Dacha", fue concebida como un lugar de desconexión total. Un espacio donde leer, contemplar, rodearse de arte, cerámica y objetos singulares, sin perder de vista la comodidad cotidiana.
La intervención fue integral. La distribución original de la casa fue completamente replanteada para crear zonas bien diferenciadas, y se llevó a cabo una reforma completa que incluyó también el proyecto de iluminación, la selección de mobiliario, textiles y elementos decorativos. La dificultad técnica del espacio estaba en sus techos bajos, una condición que se resolvió con un gesto tan sencillo como eficaz: pintar paredes y techo en un mismo tono claro, creando una continuidad visual que evita cortes y favorece la sensación de altura. Detalles como las líneas verticales en los marcos de las puertas o la colocación de un gran cuadro sobre la chimenea añaden direccionalidad y movimiento vertical.
La zona de estar está organizada en torno a un cómodo sofá de la firma ONDO, acompañado de una mesa de centro de madera maciza de Yol Living. Los textiles aportan textura y calidez, con alfombras de yute y lana, mantas y cojines de piel de oveja. En un rincón, el suelo se cubre con alfombras de lino bordadas a mano, una referencia directa a las costumbres locales que, además, responde al gusto de los propietarios por sentarse en el suelo. La chimenea, enmarcada por estanterías integradas, funciona como núcleo emocional del espacio y está presidida por una obra de gran formato creada específicamente para el proyecto. El conjunto se completa con piezas artesanales de cerámica, lámparas de pie y objetos de madera tallada que refuerzan la atmósfera introspectiva y envolvente.
La cocina destaca por su funcionalidad y claridad compositiva. El elemento central es una mesa redonda de madera maciza, realizada a medida, situada bajo una lámpara colgante de fieltro de Audo Copenhagen. Las sillas, de una firma local, refuerzan el carácter singular del espacio. Junto a la ventana se habilitó un rincón de descanso con cojines y una mesita baja, orientado hacia las vistas abiertas del bosque. El uso de cortinas ligeras, materiales naturales y una paleta cromática suave facilita una transición armónica entre interior y paisaje.
El dormitorio, resuelto en tonos pastel, apuesta por la serenidad. La cama y el tocador han sido diseñados a medida para ajustarse a las proporciones compactas de la habitación. Las lámparas colgantes de diseño, los textiles naturales y la madera clara refuerzan el espíritu acogedor. A pesar de la superficie limitada, se ha logrado integrar una zona de vestidor que aprovecha cada centímetro sin saturar.
El baño es otra de las estancias que sorprende por la calidad de las decisiones proyectuales. El acabado cerámico blanco amplifica la luz natural, y el detalle diferencial está en la inclusión de una mini sauna: un lujo inesperado en una casa de estas dimensiones, que aporta confort y refuerza el carácter introspectivo del conjunto. "Queríamos crear un lugar que ofreciera paz y equilibrio, pero también estéticamente refinado, donde cada pieza tuviera sentido", explica la interiorista.