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Cuando la arquitecta Simara Mello recibió el encargo de esta casa tipo dúplex de 540 metros cuadrados en Curitiba (Brasil), lo hizo con la confianza que solo ofrecen los años de colaboración y amistad. No era la primera vez que esta pareja de clientes (él abogado y empresario, ella amante de la moda y de rituales cotidianos como poner una mesa bonita) recurría a ella. Pero sí era la más ambiciosa: la creación desde cero del hogar definitivo para su familia de cinco, con tres hijas en diferentes etapas vitales y una ritmo de vida que exigía funcionalidad sin renunciar a la elegancia. En palabras de Mello, "se trataba de crear un lugar que hablara del estilo de vida de la familia, de su gusto por las cosas bien hechas, de su forma de estar juntos".
El hecho de haber adquirido la propiedad en fase de obra permitió a la arquitecta involucrarse desde los cimientos. Se repensaron distribuciones, se rediseñaron espacios y se eligieron materiales al detalle. La gran protagonista de esta intervención fue la piedra natural, presente en suelos, encimeras e incluso piezas de mobiliario hechas a medida. Su aplicación en la planta baja garantiza continuidad visual y actúa como telón de fondo neutro para el mobiliario contemporáneo y la vista privilegiada al parque Barigui, que se cuela por los ventanales del salón.
Una de las decisiones más significativas fue abrir los espacios comunes. Se derribó el muro que separaba el salón principal para generar una gran estancia abierta, fluida, que articula zonas de descanso, comedor y estar. También se eliminó el cerramiento que en origen aislaba el hueco de la escalera, pensado para un ascensor privado que los clientes descartaron: en su lugar, el vacío abierto y la ligereza de la barandilla aportan amplitud y conectan visualmente los dos niveles de la vivienda.
La cocina, rediseñada por completo, quedó conectada al comedor y al área de barbacoa a través de una gran isla multifuncional. Pensada para una familia que disfruta del ritual de cocinar y compartir, permite que todo transcurra de forma natural, desde el desayuno diario hasta una cena con invitados. En la misma línea, un aparador con estanterías abiertas organiza la colección de vajilla de la propietaria, siempre lista para vestir la mesa según la ocasión. “Ella le da mucha importancia a los detalles, a esos gestos que hacen del día a día algo especial”, explica la arquitecta.
Cada uno de los espacios se ha proyectado para acompañar la vida real de quienes lo habitan. En la zona privada, por ejemplo, se diseñaron dos dormitorios gemelos —uno para cada hija menor— con dimensiones similares y espacio de estudio independiente. Para ello fue necesario ampliar uno de ellos ganando superficie al altillo, y así garantizar equilibrio y autonomía para cada una. La suite principal, por su parte, juega con una paleta aún más neutra, cálida, que refuerza la atmósfera de calma.
El mobiliario, casi en su totalidad diseñado a medida, contribuye a esa idea de hogar pensado desde dentro. Una gran mesa de uso múltiple preside la planta baja y hace las veces de comedor, zona de estudio y espacio de trabajo según el momento del día. El sofá modular, en tonos crudos y con estructura de madera vista, dialoga con el resto del interiorismo sin interrumpir el protagonismo de la luz.
La iluminación artificial, por cierto, se trabajó de forma sutil y estratégica: luz puntual en zonas de paso, apliques decorativos que aportan calidez, lámparas de sobremesa que permiten componer escenas íntimas. La dueña, además, recurre a menudo a velas para reforzar esa atmósfera acogedora y atemporal que impregna todo el proyecto.
Lejos de apoyarse en estridencias, el proyecto se vale de una paleta contenida compuesta de maderas claras, tejidos naturales, mármoles en tonos suaves, para dibujar un lenguaje arquitectónico limpio, sereno y elegante. Las texturas se superponen sin competir, y los colores, siempre matizados, permiten que los objetos personales, las obras de arte y los elementos decorativos respiren con libertad.