- Los 10 colores más difíciles de combinar en el hogar, según una investigación
- Este mueble clásico que tenían nuestras abuelas en el salón es ahora la gran tendencia en decoración de 2024-2025
- Cómo saber si un mueble es vintage o una antigüedad: una experta en muebles de segunda mano desvela cuál es el año exacto a tener en cuenta
- Las 5 tendencias para decorar las terrazas en 2024 que querrás trasladar a las tuyas por lo cómodas y bonitas que son
No hay inspiración más poderosa que una persona real. En este caso, una mujer con pasión por los colores expresivos, las joyas con historia y los viajes improvisados. Ella es el alma de este proyecto: una casa de 86 metros cuadrados en Chipre, transformada por la diseñadora Daria Pikova en un segundo hogar lleno de carácter. Concebido como un refugio de verano para disfrutar en pareja, recibir a sus hijos ya adultos o simplemente escapar de la rutina, el piso estaba originalmente completamente equipado, pero sin identidad. “Todo era nuevo y limpio, pero no tenía alma”, explican desde el estudio. A partir de ahí, comenzó un trabajo de diseño emocional que no buscó inspiración en revistas ni en tendencias. “No me inspiré en moodboards, me inspiré en ella. En sus pulseras, en su sonrisa, en sus historias. Este apartamento es su retrato —dibujado en textiles, colores y luz”, cuenta la diseñadora.
La intervención no modificó la arquitectura. No se tocó un solo tabique. El trabajo consistió en construir capas de sentido a través del diseño emocional, cuidando los textiles, las piezas escogidas, el arte, la iluminación y los colores. Se trataba, según el equipo, de “no luchar contra las paredes blancas, sino elevarlas con capas de historia y textura”. Esa estrategia se aplicó a toda la vivienda: salón con cocina integrada, dos dormitorios, dos baños y una generosa terraza exterior pensada para disfrutar del clima mediterráneo.
En el espacio central de la casa —la zona de día— se combinan elementos icónicos con una puesta en escena informal y acogedora. Una mesa escultórica de Miniforms articula el comedor, rodeada de sillas tapizadas en tonos suaves. El sofá, de Diesel Living, aporta volumen, mientras que una vitrina expositora se encarga de mostrar la colección de cerámicas y objetos personales. La lámpara colgante de Seletti, divertida y algo teatral, remata el ambiente con un guiño lúdico.
Los dormitorios, aunque distintos en estilo, comparten una misma sensibilidad. En el dormitorio principal destaca un cabecero tapizado en rojo anaranjado que dialoga con las flores bordadas de las cortinas. La cómoda vintage y un joyero rojo intenso completan una atmósfera sofisticada, femenina y relajada. El segundo dormitorio, pensado para las visitas o los hijos adultos de la pareja, introduce otros códigos: un gran espejo antiguo amplía visualmente el espacio, mientras que unas cortinas con estampado de elefantes y una cómoda de aire retro le aportan carácter. Un cuadro colocado estratégicamente sobre el cabecero y un juego cromático entre azules y naranjas conectan sutilmente ambas habitaciones: “Como un susurro entre estancias”, en palabras del estudio.
La paleta cromática general se aleja de los neutros convencionales para abrazar una combinación de turquesas profundos, rojos tierra y naranjas especiados. Colores intensos pero bien dosificados, capaces de generar ritmo y personalidad sin saturar. Los materiales, por su parte, refuerzan esa sensación de tactilidad y calidez: telas bordadas, maderas naturales, metales envejecidos y piezas vintage seleccionadas con criterio. “La elección del mobiliario no fue solo estética, sino también sostenible. Muchas piezas son antiguas o restauradas, lo que refuerza la sensación de autenticidad”, explican desde el estudio.
La iluminación se resuelve con una combinación de focos técnicos y lámparas decorativas de gran escala, que, lejos de resultar pesadas, aportan poesía al conjunto. La luz se entiende aquí no solo como un recurso funcional, sino como parte esencial del ambiente.
La terraza, uno de los puntos fuertes del apartamento, se transformó en una zona de relax al aire libre, equipada con una mesa de comedor y asientos confortables, pensados para prolongar las tardes de verano y disfrutar del paisaje.
El mayor reto del proyecto no fue técnico, sino compositivo: lograr armonía entre todas las piezas, materiales, colores y estilos sin que nada pareciera forzado. El mérito del estudio está precisamente en haber conseguido esa sensación de espontaneidad perfectamente calibrada, en la que cada rincón refleja la personalidad de la clienta.