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El encargo que recibió el estudio Kama Design Bureau consistía en unificar dos apartamentos independientes, uno de 100 metros cuadrados y otro de 36 metros cuadrados, para dar lugar a una casa de 136 metros adaptada a la vida de una madre con dos hijos. El proyecto se desarrolló en el complejo residencial SPIRES, en Moscú, y planteaba un reto técnico y estético muy claro: reorganizar por completo la distribución de ambos espacios y conseguir un hogar cómodo, luminoso y con estancias bien diferenciadas.
“En esta última vivienda situamos la cocina, el salón, la entrada y el lavadero, mientras que la vivienda principal se dividió en zonas funcionales: dormitorios, vestidor y dos baños”, explican desde el estudio. Uno de los grandes logros del proyecto fue la creación de una gran abertura en el muro de bloques de hormigón que separaba ambas unidades, una operación compleja pero decisiva para generar fluidez y conexión visual. “Ese tramo largo de muro de bloques de hormigón permitió abrir un gran vano, cuya ejecución aportó expresividad y amplitud al espacio”, añaden. A partir de esta intervención estructural, el proyecto se centró en diseñar un interior sereno, luminoso y funcional, trabajado con materiales nobles, piezas a medida y una paleta cromática cálida pero contenida, capaz de responder a las necesidades reales de una familia.
El estilo francés se interpreta aquí desde la limpieza de líneas, evitando molduras excesivas o elementos decorativos superfluos. La paleta cromática parte de tonos claros, tal y como deseaba la clienta, pero se trabaja con matices cálidos y personalizados en cada estancia para evitar una imagen fría o aséptica. “Dedico especial atención a la elección del color, buscando para cada estancia un tono único que genere la atmósfera deseada”, comenta Kama. En la cocina y el salón se introdujeron tonos cálidos que aportan confort visual, mientras que en las habitaciones se adaptaron los colores a la personalidad de cada ocupante. El dormitorio principal se resolvió en una gama de beiges y rosa empolvado, el cuarto de la hija en un tono suave con matices melocotón y el del hijo en azules y grises. La habitación de invitados, que también funciona como dormitorio de la niñera, se concibió como un espacio de relajación, con una gama de verdes aplicada en cortinas, lámpara, sofá y paredes. En todos los techos se trabajaron colores complejos, evitando el blanco puro, con la intención de crear un efecto envolvente y suave, casi etéreo, que suavizara la transición entre paredes y techo.
El tratamiento de los vanos de las ventanas es otro de los aspectos más destacados del proyecto. En la cocina, los marcos se revistieron de mármol, material que se prolonga en la gran abertura entre la cocina y el salón, aportando coherencia y continuidad visual. “Mi favorito es el vano del vestidor principal: el mármol enmarca la abertura, que se refleja en un espejo enfrentado también con marco de mármol, generando una simetría que transforma incluso un pasillo estrecho en un eje estético relevante”, apunta el estudio.
La cocina se diseñó con un bloque inicial que insinúa su presencia desde la entrada y se funde con la isla central, ampliando la zona de trabajo. Una de las decisiones más acertadas fue clausurar una ventana baja para ganar superficie de encimera, lo que permitió maximizar la funcionalidad del espacio. Se instalaron persianas que permiten un juego controlado de luz y sombras, calculado para que la piedra natural cobre vida con la incidencia solar.
El cuidado por los detalles técnicos y estéticos se aprecia en toda la vivienda. Los rieles y soportes de cortinas se integraron en nichos empotrados, manteniendo una imagen limpia y sofisticada. Las molduras de escayola se diseñaron a medida, con proporciones adaptadas a cada espacio, y en algunos casos integran directamente los sistemas de cortinas. En la cocina, incluso el nicho para la persiana se revistió de mármol, ocultando su estructura y dejando visible solo el plano decorativo.
El baño principal mantiene el mismo criterio de coherencia estética. Durante la elección de los revestimientos, el equipo de Sasha Kama descubrió coincidencias visuales entre las baldosas seleccionadas y las fachadas del complejo residencial. Una de las piezas cerámicas presenta una textura porosa que evoca el logotipo del edificio. Además, se incorporaron baldosas azules que armonizan con los marcos de las ventanas. El baño incluye un televisor empotrado, una decisión que en principio generaba dudas pero que terminó siendo muy valorada por la propietaria. “Recuerdo haberme metido literalmente en la bañera durante la obra para definir la mejor altura del televisor. Ahora es posible relajarse viendo una serie mientras se disfruta de un baño”, comenta la interiorista.
A pesar del carácter compacto de algunas zonas, la funcionalidad está plenamente garantizada, y las áreas comunes, especialmente el salón, se conciben como espacios de encuentro familiar.