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En Zorrotzaurre, la gran transformación urbana de Bilbao, una casa recién construida se presentaba como un lienzo en blanco, lista para habitar pero carente de alma. Como muchas otras de nueva promoción, su entrega incluía materiales estándar, acabados impersonales y una distribución funcional pero sin carácter. Sin embargo, sus propietarios querían algo más: un hogar con identidad propia, donde cada espacio reflejara su personalidad y estilo de vida. La respuesta llegó de la mano de Boho Studio, que con un proyecto de estilismo y equipamiento consiguió transformar esta vivienda de 88 metros cuadrados en un espacio lleno de vida, acogedor y con una fuerte carga estética.
La base arquitectónica de la casa no se modificó, pero cada intervención fue clave para darle un giro radical sin necesidad de una gran inversión en obra. La vivienda, de tres dormitorios, con salón, cocina y dos baños, se enriqueció con una cuidadosa selección de mobiliario, iluminación y texturas, donde lo vintage, lo industrial y lo artesanal dialogan con un enfoque funcional y contemporáneo.
Uno de los espacios que más necesitaba un cambio era la cocina, originalmente entregada con muebles blancos de líneas contemporáneas, una encimera básica y revestimientos cerámicos en tonos neutros. Para potenciar su personalidad sin obras invasivas, se sustituyó la encimera por una superficie porcelánica con veta tipo Calacatta que se extendió hasta la pared como entrepaño, creando continuidad visual y protegiendo la zona de trabajo. La intervención se completó con la instalación de un perfil LED regulable bajo los muebles y una nueva iluminación suspendida sobre el comedor, permitiendo distintos ambientes según el momento del día. Pero el verdadero golpe de efecto llegó con la elección del mobiliario: una mesa de terrazo negro como pieza central, sillas de aire sixties y un gran cuadro abstracto en tonos flúor, que dinamiza el espacio con un guiño artístico y rompedor.
El hilo conductor de la intervención se extiende al salón y la zona de paso, donde se creó un juego de volúmenes y texturas con muebles de líneas vintage en roble, combinados con piezas lacadas en blanco de diseño a medida y superficies de madera aserrada que aportan un contrapunto más crudo. El gran protagonista del espacio es un sofá en terciopelo verde botella, que se apoya sobre un fondo de ladrillo terracota fabricado a mano, un recurso que añade calidez y carácter sin perder la armonía cromática del conjunto. Alfombras y cojines de inspiración boho refuerzan la sensación de hogar, aportando capas de confort y un guiño a la estética más desenfadada que caracteriza al estudio.
En la zona de descanso, los cambios también fueron estratégicos. El dormitorio principal, de dimensiones ajustadas y con un almacenamiento limitado, se resolvió con un banco a medida bajo la ventana, que sirve tanto como asiento como para almacenar ropa de cama y textiles voluminosos. En la pared principal, un mural de efecto hormigón en un tono gris aguamarina añade profundidad y calma al espacio, mientras que las mesillas de rejilla conectan visualmente con el lenguaje de diseño presente en el resto de la casa. Como detalle especial, las lámparas suspendidas con cables en zigzag aportan un toque de desenfado, rompiendo la simetría tradicional del dormitorio y aportando dinamismo a la composición.
El tercer dormitorio se destinó a zona de estudio, un espacio que respira frescura y vitalidad. Para conseguirlo, se diseñó una gran estantería modular de String, que permite organizar libros, material de trabajo y objetos personales sin sobrecargar el ambiente. Una de las claves del proyecto fue la flexibilidad: una de las mesas es extensible, pensada para ajustarse a distintas necesidades. Para romper la sobriedad de la estructura, se introdujeron sillas tapizadas en terciopelo mostaza y una alfombra beréber en tonos vibrantes, generando una atmósfera creativa y estimulante.
En los baños, Boho Studio apostó por mantener los revestimientos originales, una decisión alineada con su filosofía de reutilización y aprovechamiento de recursos. “Muchas veces los clientes nos piden reformarlos, pero si los materiales son neutros y de calidad, preferimos intervenir con elementos de contraste y dejar la obra para más adelante”, explican desde el estudio. Así, en lugar de demoler, la estrategia consistió en introducir muebles en colores llamativos y griferías en negro, dando lugar a ambientes con personalidad sin alterar la estructura.
Pero sin duda, la joya de la casa es la terraza. Con unas vistas inigualables a la ría y al estadio de San Mamés, este espacio se diseñó para ser un refugio al aire libre, perfecto para desconectar y disfrutar del paisaje. La distribución se organizó en dos zonas diferenciadas: un área de sofás para relajarse y un comedor exterior para reuniones y comidas al aire libre. Materiales resistentes a la intemperie, textiles en tonos cálidos y una cuidada selección de plantas hicieron el resto, creando una estancia exterior con alma de salón.