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Todo comenzó con el jardín. Cuando los propietarios adquirieron esta casa en Chiswick, Londres, no tardaron en darse cuenta de que su conexión con el exterior era su mayor potencial y, al mismo tiempo, su mayor problema. La ampliación construida dos décadas atrás no solo desaprovechaba las vistas al verde, sino que, en invierno, la casa se volvía fría y en verano se convertía en un invernadero sofocante. Fue entonces cuando recurrieron a Yoko Kloeden Design con un encargo claro: lograr una fusión perfecta entre el interior y el paisaje exterior. El reto era grande, pues la antigua estructura tenía problemas de aislamiento, filtraciones y un pilar mal ubicado que interfería en la fluidez de los espacios. La solución fue drástica pero necesaria: demoler la extensión y reconstruirla con un enfoque mucho más eficiente.
El nuevo diseño de la casa apostó por un planteamiento funcional que mejorara la circulación y las vistas al jardín. Se eliminó el escalón que dividía la estancia, permitiendo que el suelo fluyera sin interrupciones entre el interior y el exterior. El antiguo pilar que entorpecía el espacio fue sustituido por una estructura de acero oculta en el techo y las paredes, liberando la planta baja y dotándola de una mayor sensación de amplitud.
Uno de los cambios más significativos fue la reconfiguración de la cocina. Anteriormente en forma de U, limitaba las vistas hacia el jardín y restaba fluidez a la distribución. La nueva cocina en galería, con una gran isla central, permite una transición natural entre el área de preparación, el comedor y la terraza exterior. La zona de comedor, diseñada para acoger hasta nueve personas, incorpora un banco esquinero a medida que maximiza el espacio sin comprometer la sensación de apertura. Para potenciar la luz natural, el estudio incorporó grandes ventanales y puertas correderas de cristal con marcos mínimos. La conexión con el exterior no es solo visual, sino también sensorial: cada elección de material y color refuerza la sensación de estar dentro de un entorno sereno y natural.
El proyecto transformó la distribución y redefinió la atmósfera de la casa a través de una cuidadosa selección de materiales. Los propietarios, apasionados por la madera y los acabados naturales, querían que su hogar tuviera una textura rica y envolvente sin caer en la monotonía. Yoko Kloeden optó por superponer distintas variedades de roble, como parquet envejecido, paneles estriados y mobiliario en madera maciza se combinan para lograr un efecto cálido y equilibrado. En la zona de estar, el equipo decidió abrazar la dualidad del espacio. Mientras que la parte delantera de la casa mantiene un ambiente ligero y luminoso, la estancia central se convirtió en un refugio más íntimo. Aquí, la chimenea, revestida en azulejos zellige de un intenso tono azul, se convierte en un punto focal. “El cliente quedó fascinado con este material tras verlo en otro de nuestros proyectos. Su brillo y textura añadieron el toque de calidez que buscábamos”, explican desde el estudio.
El vínculo de la casa con la naturaleza se refuerza en cada detalle. Uno de los elementos más característicos del diseño es la balda suspendida sobre la isla de la cocina, ideada para colgar plantas y aprovechar la altura de tres metros del techo. Esta solución, además de funcional, introduce una capa más de vegetación en el interior de la casa, difuminando los límites entre el jardín y la zona habitable.