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Esta "Casa Marrón", ubicada en un callejón de Capitol Hill, Washington, redefine los límites del diseño sostenible y demuestra cómo una arquitectura consciente puede integrarse de manera armoniosa con su entorno urbano. Desarrollada por el estudio BLDUS, esta vivienda unifamiliar de 149 metros cuadrados combina una paleta de materiales naturales y soluciones innovadoras que priorizan la eficiencia y la sostenibilidad.
Desde el exterior, la casa se presenta como un juego de texturas y tonos terrosos. Las lamas de algarrobo negro aportan durabilidad, protección y funcionan como un elemento visual que enmarca los balcones y la azotea. Este material, además, protege el revestimiento de corcho, un elemento que también se refleja en el interior con acabados pulverizados en los techos, creando una continuidad entre los espacios.
El acceso principal da paso a una planta baja que incluye una suite completamente funcional, pensada para garantizar la posibilidad de habitar este nivel sin necesidad de acceder a los superiores. Sin embargo, la joya del diseño interior es la escalera central. Su forma suavemente sinuosa y su iluminación natural guían al visitante hacia el segundo nivel y la azotea, conectando los espacios de manera orgánica y fluida. Los paneles estructurales de bambú quedan expuestos, mostrando su textura natural y acentuados con tintes de PolyWhey, un subproducto de la industria quesera.
La organización espacial de la casa prioriza la luz natural y la ventilación cruzada. En la fachada norte, un jardín vertical aprovecha el agua de lluvia recolectada en cisternas ubicadas en el techo. Este sistema también alimenta las camas de cultivo en la azotea, permitiendo a los residentes cultivar sus propios alimentos y cerrando el ciclo de consumo de recursos. El aislamiento de cáñamo y celulosa, combinado con los revestimientos de corcho, asegura una eficiencia energética óptima. Estas soluciones técnicas, junto con el diseño de los tejados planos, minimizan la huella de carbono de la vivienda sin sacrificar confort ni estética.
Como detalle, las camas de cultivo en la azotea, por ejemplo, no solo ofrecen alimentos frescos, sino que también sirven como hábitat para aves locales, una muestra del equilibrio alcanzado entre lo construido y lo natural. En la primavera, dos nidos fueron encontrados en los espacios exteriores cerrados, una prueba tangible de la simbiosis entre la arquitectura y la naturaleza.