Hasta 10 bocetos diferentes ideó el estudio de interiorismo María Santos para conseguir la distribución perfecta de este piso madrileño de 1900, cerca del parque de El Retiro. Con no demasiados metros, no muy luminoso y la petición de los propietarios de una zona de día -salón, cocina y comedor- abierta y completamente comunicada, espacios amplios, tres dormitorios con baño en suite -uno para cada hijo-, además del principal... Un programa muy amplio de necesidades.

Para montar el esqueleto, fuera todos los tabiques, y como no había muchos elementos originales que rescatar, se eligieron otros nuevos -como las molduras- cuidadamente seleccionadas de aspecto clásico-moderno, que pareciese que siempre estuvieron ahí. El edificio construido por el arquitecto Pablo Aranda sigue las pautas del eclecticismo de principios de siglo, de clara influencia francesa. El interiorismo necesitaba ese toque de allure. Ahora es una declinación de pureza y un decálogo de coherencia, calma y cierta poesía.

Como es habitual en los proyectos de María Santos, todo se desarrolla en una paleta de infinitos blancos. “Es cierto, tiendo a poner poco color y papel pintado, me da calma”, admite. A partir de esa visión sosegada de los espacios, es fiel a su ADN y en este proyecto se reconoce perfectamente su predilección por materiales nobles. “Había que poner la casa a la altura de la zona en la que está situada, hacer honor al edificio”, explica. Tres verbos sostienen esta mirada hacia el origen y el futuro: descubre, crea, siente, que se sustentan en un plan que pone énfasis en detalles arquitectónicos sin caer en efectos recargados. “Busco la atemporalidad huyendo de modas, con resultados por los que no pasa el tiempo. Nuestros espacios son ligeros con un carácter clásico rejuvenecido. En este caso, lo conseguimos trabajando mucho los techos con decoraciones de molduras de escayolas”, explica. Terminó de lograr ese clasicismo francés el mobiliario elegido: una buena representación de antigüedades, iconos del diseño y piezas vintage, adquiridos en almonedas y en Bingutti, la tienda de la propia María Santos.

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Montse Garriga
De repente, una pieza llega y lo transforma todo. Es el sofá de doble curvatura, diseño de María Santos y fabricado por Studio Bañon, que domina el salón y lo ensalza. Abraza, por una parte, una mesa redonda de madera y latón y, por la otra, un trío de mesitas auxiliares hexagonales. Todo, en Bingutti.
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Montse Garriga
Al fondo del salón, se abre/cierra -según necesidades- una zona de despacho, equipada con escritorio de cristal lacado y estructura de latón, diseño del estudio; la mítica silla Platner y lámpara de techo, de Nanómetro. La librería de madera, también idea del equipo de María Santos, se anima con el color de la obra de Fabio Viscogliosi.

La luz inunda cada rincón del espacio que se amplifica en contacto con los blancos.

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Desde otro ángulo se observa mejor la dualidad del sofá serpenteando que divide el espacio en dos, sin separarlo. Se eleva sobre un suelo de roble blanqueado colocado siguiendo el patrón Punta Hungria. Los cojines son de Dedar y de Schumacher -el de palmeras y leones-. De roble también es el aparador fabricado por EMS que, en su interior, guarda un divertido secreto: esconde el aparato de televisión, que sube con un mecanismo. Encima, óleo de María Yelletisch.
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Entre un cuadro de Rafael Macarron- a la derecha- y otro de Alba Saau -a la izquierda- se ubica el comedor, abierto al salón para disfrutar de la luz de los balcones. Al centro, mesa, de Blanca Paloma, y sillas, en Capitol. Reinterpretan el pasado histórico del edificio, las molduras clásicas en el techo y la lámpara de Bingutti.
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Montse Garriga
En el salón, frisos que evocan una vida anterior, arcos que unen estancias… todo un universo cuidado por el estudio de María Santos para reinterpretar un pasado muy presente.
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Montse Garriga
La cocina también se declina en blanco, con una isla central realizada en piedra Matarazzo. Un trabajo de Vonna Estudio, que se completa con sillas en latón, estilo Romeo Rega, de Bingutti. Para animar el espacio, jarrones verdes de cerámica africanos.

Blancos y madera, una pareja que siempre funciona, que en presencia del mármol eleva su carácter deco.

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Montse Garriga
Hall, cocina y salón se conectan por vanos revestidos en embocadura de mármol y sin puertas para permitir el paso libre de la luz. En primer plano, a la derecha, la luminaria de pie Daphine arroja la luz justa sobre un sillón azul de Cassina. Dos estilos diferentes para tomar asiento en apenas un metro: Barroco vs. modernidad.
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La vista se emociona al contemplar un suelo tan preciosista como el de la entrada. Un mosaico diseñado por EMS en mármol Arabescato corchia, Dolomita sin veta y Pietra grey. Es el escenario perfecto donde luce teatral una silla francesa de madera tallada s. XVII, en Bingutti.
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Montse Garriga
Las paredes más grandes se reservaron para exhibir obras de arte. Aquí lucen con un trabajo de Martín Touzón. Debajo, consola estilo Luis XVI en madera tallada y policromado en dorado, con sobre de piedra semicircular, de Bingutti.
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Montse Garriga
La interiorista María Santos recostada sobre la pieza estrella del proyecto. El blanco, en diferentes texturas y tonalidades, es el hilo conductor del interiorismo de este piso y aporta un plus de luminosidad, necesario al tratarse de una primera planta.
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Montse Garriga
Blanco, negro, dorado y el suelo de madera. Cuatro elementos que inspiran un descanso asegurado. Para leer o descansar, una star: butaca Womb de Eero Saarinen que edita Knoll.
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Sobre una consola Luis XV en madera tallada y sobredorada, de Bingutti, obra de Teresa J. Cuevas.
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La cama, diseño del estudio, tiene un cabecero tapizado con tela, de Lelievre, y cojines, de Etro.
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Montse Garriga
El suelo de cada uno de los baños se revistió de mármol formando patrones y despieces distintos. La bañera exenta es de Laufen, y de Icónico, la grifería.

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