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La primera impresión que tuvieron Almudena y Cristina, del estudio de interiorismo Rebuelta Domecq, al entrar en este destartalado cortijo en la sierra gaditana, fue que el conjunto tenía mil posibilidades.
El entorno natural protegido y la construcción clásica de encalado blanco y teja árabe, eran una pareja bien avenida que podría tener una larga y preciosa convivencia. De la reforma se encargó el estudio de arquitectura MRF40, del arquitecto Miguel Rebuelta, que realizó una rehabilitación respetuosa con los códigos originales. La casa estaba formada por tres módulos independientes en planta baja, unidos por espacios abiertos, perfectamente integrados. La primera construcción alberga estancias privadas; la segunda, zona de invitados con cuatro habitaciones; y la tercera, pabellón de caza con zona de bar, piscina y pérgola.
El deseo de los dueños fue que el acceso a cada uno de estos espacios fuera independiente, con el objetivo de respetar la privacidad y hacer de esta vivienda un lugar cómodo y tranquilo. Se rescataron materiales de la casa original, se reforzaron estructuras, se transformaron cubiertas planas a dos aguas, se ordenaron nuevos espacios... Muchos de los huecos originales de las ventanas se ampliaron y se convirtieron en miradores arcados con una estructura de hierro y cristal, logrando que el paisaje formara parte de la decoración, como cuadros cambiantes al paso de cada estación. Rejas, carpinterías y portones originales conviven con otros encontrados en derribos. Como solados, piezas de barro blanco de Jerez, listones de madera traídos de Bélgica y piedra india, se van alternando con equilibrio en cada espacio. La calidez la ponen las pinturas a la cal en tonos empolvados, calderos, verdes campo y beiges, y los revestimientos en paredes con papeles de fibras naturales. Piezas antiguas, muebles de familia y textiles country, escogidos con mimo por las interioristas y por Anne van Damm, decoradora amiga de la familia, alfombras exóticas y luminarias XXL de hierro y cristal, cierran un círculo perfecto en el que prima el confort, la serenidad y el sonido de la naturaleza.
Del exterior se encargó Carmen García del Salto, arquitecta formada en paisajismo en Inglaterra. Y eso se aprecia en un toque de naturalismo anglosajón en la elección y disposición de las especies. Su reto fue dulcificar y arropar esta construcción tan rotunda en mitad de la sierra. Con tres condicionantes: las lluvias que se dan en la zona, el viento gaditano y el calor extremo del verano. Así que, como la naturaleza es sabia, lo más sensato fue replicarla con especies autóctonas, más resistentes y de menos cuidados. Para acompañar a los olivos centenarios de la entrada, se escogió un manto de Stipa Tenuissima, una elegante gramínea que se mueve al compás del viento. El resto fue, siguiendo premisas de los dueños, una apuesta por el verde. Olivos, laureles, lentiscos y romero quedan salpicados por notas malvas y blancas de lavandas, stachys y plumbagos. El resultado final: la fusión perfecta entre interiorismo y naturaleza para crear espacios elegantes y serenos, sinónimo de estilo y disfrute máximo en pleno campo.
ENTRADA
SALÓN Y COMEDOR
El salón se abre al campo a través de un enorme ventanal de hierro arcado que dibuja una nueva silueta exterior.
Piedra y madera entre antigüedades de campo y arte contemporáneo de gran formato.
PISCINA Y BAR
PABELLÓN DE CAZA
Amantes de la caza, los dueños destinaron esta estancia terracota para recrear un pabellón de caza austríaco. Los techos se rehicieron a dos aguas con viguerías vistas. Una larga mesa de comedor y un estar con la pared cubierta de trofeos conforman este espacio, al que se accede por una puerta de madera, original de la casa, flanqueada por dos muebles gemelos realizados a medida en dos vanos, y con puertas recuperadas.
COCINA
CUARTO DE INVITADOS
DORMITORIO PRINCIPAL
Cerámica, barro blanco, mármol y lino. Los baños presumen de materiales que, bien mezclados, le dan un elegante aire retro.