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Coches, autobuses, terrazas abarrotadas, paseantes ajetreados... El murmullo urbano enmudece al atravesar la puerta de entrada de esta casa unifamiliar, hoy remozada, en una de las colonias urbanas más codiciadas y con más estilo de Madrid. Crear el escenario para la vida de una familia siglo XXI, en una casa con patronaje y hechuras de antes, no era tarea fácil. Su maravilloso enclave y el romanticismo de ser una casa antigua, traía aparejada, sin embargo, una dificultad añadida: la planta no era muy amplia y, además, estaba enmarcada por un jardín perimetral lleno de recovecos que creaba espacios de complicada resolución.
Los arquitectos Alberto Peris y Antonio Desmonts Sierra se encargaron del proyecto; el interiorismo lo firmó Mónica Bustamante y el exterior es de Paisajismo CB. El leit motiv de todos ellos, que trabajaron codo con codo, fue aprovechar cada rincón, tanto dentro como fuera, para conseguir despejados espacios iluminados naturalmente que conectaran interior y exterior, ganar amplitud visual y poder recibir y celebrar la vida a diario. La reforma transformó, con absoluta armonía y como por arte de magia, pequeñas estancias y rincones en lugares visualmente más limpios, interconectados entre sí, y con la posibilidad de poder independizarse gracias a puertas correderas de gran formato. La primera planta albergó hall, salón y comedor, cocina con office, gabanero, aseo y escalera. La segunda se dedicó a las estancias privadas del matrimonio, dormitorio, baño, vestidores y sala de estar; y la última, a las habitaciones de los más jóvenes.
Mónica Bustamante hizo realidad los deseos estéticos de los dueños. “Ellos querían una casa moderna, rica en texturas, pero sin ornamentación, con líneas rectas y puras”. Los muebles y las piezas de familia, adquiridos en viajes y otras etapas vitales, conversan amigablemente con otros actuales: es el nudo que une el pasado con la nueva vida que esta casa tendrá de ahora en adelante. Los colores, partiendo de una base neutra, la luz y la carpintería, elevada a la categoría de ebanistería de lujo, dieron calidez a un espacio contemporáneo y muy confortable que logra su objetivo: que la vida familiar fluya en calma.
El jardín exterior que circundaba la casa, antes angosto y lleno de mini espacios sin hilo conductor, dio paso a un hábitat asilvestrado en especies, pero elegante, acogedor y ordenado, que Cristina Gil de Biedma y Bárbara Saavedra, de Paisajismo CB, resolvieron como un puzle. Trazaron imaginariamente una línea diagonal en dirección a la piscina, una lámina de agua verde, de forma geométrica irregular, para aprovechar bien los metros cuadrados, y aún quedó lugar para levantar una pérgola sombría, que da sensación de verano. Enmarcada por tilos, aloja un comedor al aire libre, que hace olvidar que estamos en Madrid. Solados de piedra y especies con poco color como las rosas Iceberg, iris (Iris germanica), lentiscos (Pistacia lenticus), jazmines (Trachelospermum jasminoides) y las muchas variedades de hortensias (Hydrangea Quercifolia), entre fondos de hiedra (Hedera Helix) y parra (Vitis vinifera), conforman un escenario de mil tonos verdes salpicados por suaves malvas, blancos, rosas y grises. El secreto lo pone el sonido de borbotones de agua que brotan de una pequeña fuente escondida que recorre un laberinto de caminos sinuosos, siempre con salida. Una alegoría de la propia vida.
Puertas enormes y cristaleras facilitan la transición interior-exterior, insistiendo en la idea de continuidad visual.
La cocina, gracias a una ventana rasgada, conecta visualmente con el patio inglés.
La zona privada es un espacio de relax, confortable y contemporáneo, entre códigos de telas, moqueta y madera.