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Olivier de Givenchy y su familia viven en Los Ángeles, pero hace un tiempo decidieron pasar cada año unos días en el precioso Valle del Loira. Estas vacaciones familiares tienen por destino Le Jonchet, el castillo del siglo XVI de su tío, el gran modisto francés Hubert de Givenchy.
El diseñador compartió este imponente château con su pareja, el diseñador Philippe Venet, durante más de 50 años. En la actualidad, Ilda, ama de llaves y cocinera de esta pareja, reproduce sus recetas favoritas para sus ilustres visitantes. "Aquí no hay zumo verde", dice Zoë, la mujer de Olivier, riendo entre dientes. En su lugar, el menú de vacaciones incluye una tarta de mermelada basada en una receta de la abuela de Hubert o una corona de huevos con curry y coulis de tomate, el plato favorito del hermano gemelo de Olivier, el diseñador de joyas James Taffin de Givenchy. Entre las delicias culinarias de la cocinera de Givenchy también se encuentra la tarta de chocolate sin harina favorita de Stella, la hija de James.
Hubert de Givenchy y su pareja fallecieron en 2018, así que sus herederos adquirieron este castillo francés, donde viajan en familia, incluido Largo, el perro labrador en color chocolate. Olivier afirma convencido que "todavía estoy aprendiendo quién era Hubert de Givenchy estando en este espacio", que también fue ahijado de Philippe. Olivier hablaba con la pareja casi a diario y, cuando visitaba el castillo Le Jonchet, paseaban juntos por los jardines. El modisto Givenchy repasaba las reparaciones hechas en el tejado y las que quedaban por hacer en la caldera, mientras le observaba a Olivier, así que quedaba claro que esperaba que sus herederos, Olivier y James, se hicieran cargo de la casa, como finalmente hicieron hace tres años, cuando Zoë y él se la compraron a Philippe.
La pareja del modisto Givenchy, Philippe, fue ayudante de Elsa Schiaparelli en los años 50 y colaborador de Hubert antes de abrir su propia casa de alta costura. Cuando cedió Le Jonchet "se alegró mucho de que entendiéramos la casa y pudiéramos cuidarla de la misma manera", dice Zoë. "Dijo que habían pasado aquí más de 50 años de gran felicidad, y deseó lo mismo para nosotros".
La familia no se atreve a cambiar demasiado en la mesa, ya que Hubert y Philippe eran gourmands legendarios. Entre las obras de arte que coleccionaron, los innumerables muebles que mandaron hacer, la cristalería que encargaron, las antigüedades que adquirieron, puede que se encuentre el libro de recetas de Philippe, recopilado y perfeccionado por él a lo largo de los años, como la posesión más valiosa de la mansión.
El diseñador de moda Givenchy tenía fama de ser un anfitrión excepcionalmente amable y generoso, pero por sí solo no era precisamente Jacques Pépin. "Mi tío nunca entraba en la cocina si no había perros a los que pudiera acariciar", dice Olivier. Fue Philippe quien enseñó a Ilda las sutilezas de la cocina.
Hubert y Philippe nunca celebraron Acción de Gracias, pero estos días durante la gran comida se les sigue recordando en la mesa con el querido jamón Virginia de Hubert, preparado con un acompañamiento a base de anillas de piña y arroz salvaje, según una receta de Bunny Mellon. El jamón era una de las comidas favoritas del diseñador de moda, que siempre pedía a su familia americana que le trajeran estas viandas: "Cuando éramos más jóvenes, iba en la parte de atrás del avión y olía un poco", dice Olivier.
Hubert y Philippe no eran muy fiesteros. Le Jonchet tiene un gran jardín y un bosque, una piscina y dependencias, pero sólo cinco habitaciones, así que si te invitaban a quedarte, estabas definitivamente en el círculo íntimo. Sólo una rama de sus familias podía venir a la vez, pero también lo hacían invitados como el íntimo amigo de Hubert Mellon, Deeda Blair, Susan Gutfreund y el arquitecto Thierry Despont.
Incluso antes de que Givenchy adquiriera la finca, ésta había tenido una ilustre lista de propietarios y visitantes, entre ellos el arquitecto Fernand Pouillon, que restauró el château en la década de 1950, y el empresario francés Roger Bellon. Aristóteles Onassis coqueteó con la compra de la propiedad en los años sesenta. Hubert y Philippe entraron en escena a principios de los setenta. Era su quinto palacete, tras dos hôtels particuliers en París, una villa en Saint-Jean-Cap-Ferrat y un apartamento en Venecia, y en 1984 su Château du Jonchet fue declarado monumento histórico por el Ministerio de Cultura francés.
A pesar de la amplitud del entorno, Hubert y Philippe convirtieron la intimidad del castillo original en un servicio, uno de los muchos que ofrecían a los huéspedes mientras ambos se entretenían en el jardín o pasaban el tiempo en el taller que compartían haciendo collages. "Tenían sus escritorios uno detrás del otro", cuenta Olivier. "La mesa del tío Hubert era un poco más alta y trabajaban de pie. Sobre todo más tarde, el tío Hubert pasaba más tiempo en el gran salón, dibujando lo que recordaba de los vestidos que había hecho cuando empezó. Algunos los firmaba, como '1965, Jackie Kennedy'. Ahora tenemos cientos y cientos de ellos".
Aunque Olivier y James siempre estuvieron muy unidos a la pareja, visitarlos era todo un acontecimiento. "El tío Hubert de Givenchy era mítico. Le poníamos a Stella su mejor traje", dice James. Stella recuerda que "cuando era pequeña, me puse un vestido de rayas azules y blancas, y estaba tan metida en mi vestido que salí a dar vueltas por el jardín durante horas con Asuán, el perro del tío Hubert". Ahora, cuando la joven le gusta hacer catas de vino con amigas junto a la piscina.
Otro pequeño cambio en la mesa: Las comidas familiares pueden servirse ahora en platos y manteles diseñados por Zoë, que ha mantenido la extensa red de artesanos de Givenchy, que ya trabajaba con manufacturas de cerámica como Moustiers Sainte-Marie, en la Provenza francesa, o Este Ceramiche Porcellane, en la ciudad italiana de Padua, para su línea de vajillas ZdG. El negocio comenzó con encargos para sus propias casas en Los Ángeles y Harbour Island, en las Bahamas "Muchos de estos artesanos se emocionaban hasta las lágrimas contando sus historias de cuando venían a visitar a Hubert de Givenchy, y la gente fascinante que traía", dice Zoë.
Aunque podría existir la tentación de dejar Le Jonchet tal y como está (a pesar de su falta de accesorios modernos, porque sólo hay lámparas y velas), la casa está ahora al servicio de una numerosa y combinada prole que necesita un poco más de espacio si los Givenchy quieren pasar tiempo en familia. "Puede que añadamos algunas habitaciones encima de los establos y en la torre, pero tenemos que gestionarlo bien", dice Olivier. Para él, hacer lo correcto con su tío y padrino es una cuestión de respeto.
"Es super importante hacer que se sienta como nuestra casa, pero manteniendo la elegancia que había en el aura de Hubert", dice Gabriella. "No deshacer todo lo que tanto le costó crear, sino apreciarlo cuando estemos allí, e ir un poco más despacio". Ayuda, añade, "que solo haya un router para wifi en toda la casa".