La expresividad del color, su fuerza y rotundidad es lo que más sorprende en este apartamento de la costa de Cádiz. La luz y el océano se cuelan por las ventanas. La casa está al borde mismo del Atlántico y los distintos azules del cielo y el mar -añil, turquesa, diamante- se prolongana los interiores. La paleta se completa con el blanco y el rojo, típicamente marineros, para dar continuidad a ese privilegiado horizonte del que se disfruta.
Comunicada y cómoda
La distribución propicia esa integración fuera-dentro y aprovecha hasta el último centímetro. No existen las zonas de paso, la planta es súper funcional y fluida, a pesar de que la vivienda está profusamente amueblada: aún así los ambientes "respiran" y ofrecen mucha frescura. Pero a pesar de su carácter marinero, el estilo no reproduce una decoración playera demasiado informal.
Con sello propio
Manuel de la Rosa, que vive en este piso y es también autor de algunos de los cuadros, ha dejado su sello en todas las habitaciones y las ha equipado con piezas de diversas procedencias y estilos. No hay milimalismo en la casa, por supuesto, pero tampoco resulta recargada. Los adornos y complementos forman un todo armonioso de gran belleza. Y muchos de ellos hacen clara referencia al mar (peces, corales, etc.).
Muebles de mercadillo
También se han encontrado en rastros locales, elementos y muebles curiosos, que después ha restaurado Manuel. La decoración es una miscelánea nada convencional... ¡y muy brillante!