Hace cinco años que la muralista y arquitecta Elvira Solana (1986) intervino un piso en la madrileña calle Bailén. Le propusieron pintar sus paredes antes de reformarlo, así que organizó ella misma una soirée invitando a medios y estudios. Las redes sociales hicieron su magia: se corrió la voz y se creó una gran cola en plena calle para verlo. "De alguna manera fue una declaración de principios. Dije ‘esto es lo que hago, lo que me interesa y lo que ofrezco", recuerda la artista recién llegada de Milán. Por aquel entonces, Solana venía de hacer pequeños proyectos tras haber dejado a un lado la arquitectura en la que se formó y por la que, según confiesa esta cántabra, llegó a desarrollar cierto rechazo. "Cuando mi generación se suponía que debía empezar a sacar adelante su trabajo, estalló la crisis y era difícil salir adelante. Así que, como mucha gente, me reinventé", rememora. Apostó por recuperar la pasión por pintar que había dejado en un segundo plano en la carrera y llenó una mochila de brochas y pinturas para hacer algo que hasta aquel momento le resultaba ajeno: murales.

"Lo más grande que había pintado eran los planos de los proyectos, pero me di cuenta de que había cierta conexión entre ser arquitecta y pintar sobre una pared. Empecé de manera autodidacta a investigar sobre ello, a hacer pruebas, a tirar de un hilo del que todavía sigo tirando hoy", asegura. Gracias a su paso por diferentes países, había vivido en Turquía, París o Latinoamérica, desarrolló un estilo propio en el que las vanguardias artísticas italianas o rusas se mezclan con el muralismo sudamericano y las referencias a Mario Sironi, Salvatore Fiume, Gio Ponti o Piero Portaluppi. Fue afianzando este carácter con colaboraciones, como la que hizo con los interioristas de Casa Josephine en su casa de huéspedes de La Rioja. La invitaron a residir en ella mientras la intervenía y Solana facturó un espectacular trampantojo. "Al ser una vivienda de alquiler, yo la abandonaba y luego podía volver. Cada vez, me daba cuenta de que siempre se rompía algo con tanto uso así que tuvimos la idea de pintar una serie de objetos en las paredes que no podían romperse ni desaparecer", señala. Solana alternó así trabajos propios con encargos personales y mantuvo la experimentación como la clave, llegando a refinar su técnica con pintura plástica al agua. En el confinamiento siguió explorando su universo en la casa de su abuelo en Santoña, Cantabria, donde intervino casi todos los espacios con frisos, espectaculares paisajes marítimos o esculturas ficticias y colaboró también con el arquitecto peruano afincado en París Diego Delgado-Elías, en una granja en Luberon, al sur de Francia.

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David Moya/Matthieu Salvaing/Pablo López Navarro
La arquitecta y muralista Elvira Solana retratada en su casa de Cantabria.
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Salón que la artista pintó durante el confinamiento y que le sirvió para experimentar con nuevos murales.
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Trampantojo de la casa de huéspedes de Casa Josephine, en Sorzano, La Rioja.
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Escalera intervenida por Solana en su casa de Santoña.

Lo próximo será un mural para una vivienda en Menorca y el plan de instalarse definitivamente en una ciudad europea, probablemente Lisboa, para quizás crear su propio estudio de arquitectura. Uno, eso sí, desde el que recuperar una forma de hacer proyectos donde el toque artesano tenga el lugar que merece. "Este tipo de oficios requieren de mucho tiempo y dedicación. Corren el riesgo de perderse por completo si una generación los olvida. Pero me gusta pensar que he contribuido a que no ocurra eso, a que sea algo que siempre forme parte de nosotros".

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David Moya/Matthieu Salvaing/Pablo López Navarro
Comedor intervenido con formas geométricas y un paisaje marítimo.
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Una de las pinturas en Casa Josephine basada en objetos de uso cotidiano.
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David Moya/Matthieu Salvaing/Pablo López Navarro
Ático pintado por la artista en su vivienda de Cantabria. "Como era la casa de mi abuelo, tenía un espíritu ochentero muy fuerte en los muebles, los colores y los objetos que condicionaron los dibujos", cuenta.
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David Moya/Matthieu Salvaing/Pablo López Navarro
Mural en una granja reformada en el sur de Francia por Diego Delgado-Elías. Solana se inspiró en la elaboración del aceite que se lleva a cabo en la finca y en la cría de los animales.

@elvira_solana

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 Eduardo Infante es periodista especializado en estilo de vida, concretamente en temas de diseño, interiorismo, arquitectura, artesanía y decoración. 

 Desde hace casi una década ha centrado su carrera en seleccionar y escribir sobre las novedades más interesantes en estos campos: desde la reforma de una vivienda a la inauguración de un nuevo hotel, pasando por la última colección de muebles outdoor o el lanzamiento de un libro especializado. 

 Licenciado en Periodismo en la Universidad del País Vasco, antes de formar parte del equipo de Elle Decor España ha trabajado como redactor en AD España, la revista Tentaciones o la agencia Europa Press. Como colaborador, su firma ha sido habitual en medios como El País, Arquitectura y Diseño, Vanity Fair o El Confidencial. 

 Además de su trabajo como periodista, Eduardo Infante ha trabajado como consultor de comunicación y content curator para estudios de interiorismo y arquitectura y como copy creativo para marcas del sector. También ha impartido clases en varios cursos dirigidos a profesionales del interiorismo y es profesor de la asignatura de Comunicación de Proyecto en el Máster de Interiorismo de IED Madrid. 

 En sus ratos libres, se declara fan fatal de Los Simpson, los podcasts de true crime, la música Italo Disco y el vermut.